Del Tributo del Templo Por Saúl Guevara

 


“Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?”. Mateo 17:24

 Raramente, este relato solo aparece en Mateo, algunos opinan que, por el hecho de haber sido un cobrador de impuestos, esta historia debió haber quedado grabada en su mente y por ello decidió incluirla en la narración bíblica.

 Los cobradores del templo no se atrevieron a ir directamente donde Jesús, sino se lo mandaron a decir a través de uno de sus discípulos: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Pero, ¿qué eran exactamente las dos dracmas? Las dos dracmas no eran un impuesto, sino un tributo que se daba al templo judío y en el texto griego la palabra que se usa es dídrajmon, que literalmente podría traducirse como dos dracmas.

 Escudriñemos un poco más de que se trataba todo esto.

 En tiempos de Jesús existían los impuestos que eran cobrados por los romanos a los pueblos que conquistaban. A parte estaba los tributos que se pagaban con el fin de contribuir al templo y los sacerdotes que allí trabajaban.

 El tributo fue establecido en los tiempos de Moisés: “Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová”, (Éxodo 30:13). Aun durante el tiempo de los reyes se continuó pidiendo: “Por lo cual el rey llamó al sumo sacerdote Joiada y le dijo: ¿Por qué no has procurado que los levitas traigan de Judá y de Jerusalén la ofrenda que Moisés siervo de Jehová impuso a la congregación de Israel para el tabernáculo del testimonio?... e hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén, que trajesen a Jehová la ofrenda que Moisés siervo de Dios había impuesto a Israel en el desierto”, (2 Crónicas 24:6, 9). Y en los tiempos de Nehemías se redujo el tributo de medio siclo a un tercio: “Nos impusimos además por ley, el cargo de contribuir cada año con la tercera parte de un siclo para la obra de la casa de nuestro Dios”, (Nehemías 10:32).

 Se ordenaba que todo adulto de 20 años pagara su tributo de medio siclo, que equivalía a dos dracmas en los tiempos de Jesús. Una dracma era la moneda griega universal que equivalía al pago por una jornada de trabajo. La otra moneda que aparece en el Nuevo Testamento es el denario, el cual valía lo mismo que una dracma y era la moneda del imperio romano. Este tributo era de carácter obligatorio y los cobradores solían poner sus mesas de cobro en cada una de las aldeas de Israel con el fin de cobrarlo y como Jesús había estado lejos de Capernaum no había podido pagarlo y fue allí cuando los hombres le preguntan a Pedro al respecto.

 La Biblia sigue así este relato: “Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos”. Mateo 17:25…26

 Por la pregunta de los cobradores de los tributos Pedro regreso a la casa a buscar a Jesús y contarle lo que había pasado, pero como Jesús era omnisciente, le pregunto a Pedro: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos o de los extraños? Siempre que una nación conquistaba a otra esta al ser sometida se le imponía el pago de los impuestos y solo los ciudadanos de la nación conquistadora y los reyes y príncipes estaban exentos de pagarlos. Jesús era el verdadero Hijo de Dios y como tal no tenía por qué estar pagando estos tributos; sin embargo, en lugar de negarse se somete a las autoridades del templo, Él había venido a esta tierra para obedecer la ley de Dios y este tributo era ordenado en el libro de Éxodo. También no olvidemos que algunos líderes religiosos buscaban ocasión de acusarle en algún punto de la ley con el fin de desacreditarlo y obviamente Jesús no lo iba a permitir.

 El pago del tributo se relata así: “Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti”. Mateo 17:24…27

 Jesús pudo haberse negado a pagar el tributo del templo por ser el Hijo de Dios, pero decidió pagarlo para no ofenderlos: “Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti.” La palabra griega que se traduce como ofenderles, es eskandalídso, que literalmente significa escandalizarse a tal punto de poner tropiezo en la vida de alguien. Con el fin de no escandalizar a nadie o poner tropiezo en otros, nuestro Señor Jesús decidió pagar el impuesto, siendo así ejemplo de un hombre que se sujetaba a Dios y su ley.

 Como creyentes podemos aprender de esta historia el hecho que nuestra libertad en Cristo no sea causa de tropiezo para otros. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en Pablo: “Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano”, (1 Corintios 8:7…13). Si nuestra libertad en Cristo dañara la conciencia de los débiles en la fe y los hará caer, lo mejor es abstenernos de tal comportamiento, como lo hizo Jesús ya que pudo haberse negado a pagar el tributo porque Él es el Hijo de Dios y es obvio que Dios no está obligado a pagarlo, porque el tributo le pertenece; pero para no escandalizar a nadie y poner tropiezo en la vida de otros decidió pagarlo y así cumplir toda ley.

Indiscutiblemente que esta es una enseñanza tremenda para muchos de nosotros hoy en día, días en donde abundan los que teniendo privilegios en sus templos exigen más y más, asumiendo muchas veces posiciones de malacrianza en la que expresan su falso cristianismo… debemos de entender que tener privilegios, demandan del favorecido tener gran humildad y cumplir con sus obligaciones hasta en lo económico.

 ¿Y tú, das tributo en tu templo?

S.A.G. – 18 – MAY – 2021

 

 

 

 

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