La Que Mintió Y Robo A Dios Por Saúl Guevara

 


Lo invito a leer en su Biblia Hechos 5:1…11

 La iglesia en Jerusalén crecía cada día en número y en santidad. Pero Lucas nos muestra la realidad de una iglesia que, no era toda rectitud y bondad como a veces podemos pensar de la iglesia primitiva, era una iglesia llena de pecadores pero que habían sido arrepentidos y salvados por la obra de Cristo en la cruz. En esa misma iglesia de Jerusalén había un matrimonio, se llamaban Ananías y Safira. No podemos separar al matrimonio, porque los dos van juntos y lo que planean, lo van a hacer juntos.

 En ningún otro lugar, la Biblia habla de Ananías y Safira, no se sabe nada de su familia, si tenían hijos, qué hacían o cuántas posesiones tenían. Sí nos muestra la Escritura es que los dos se pusieron de acuerdo para vender una heredad, hasta aquí no hay ningún problema, el problema viene después. El donativo de Ananías y Safira, en apariencia, seguía la conducta de otros creyentes, pero apunta: “Y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles” Hechos 5:2.

 El verbo “sustraer” significa desfalcar a un amo, y solo aparece en dos ocasiones más en la Biblia griega: Tito 2:10 y Josué 7:1. En el pasaje de Josué, se describe el pecado de Acán, que robó secretamente del botín de Jericó, sabiendo que pertenecía a Dios y éste lo castigó con la misma muerte. El problema no es que Ananías y Safira se quedaran con una parte del dinero de la venta de la heredad, porque podían hacerlo, nadie les obligó ni les forzó a darlo todo.

 Su problema era, que mintieron a los apóstoles y dijeron que traían todo el dinero que habían sacado por vender la heredad. Querían dar la imagen de ser muy generosos y que los hermanos de la iglesia pensaran que se habían sacrificado dándolo todo. Querían impresionar a los demás, que les adularan, que pensaran que eran muy espirituales y generosos, cuando en realidad lo que estaban haciendo era engañar y mentir, en primer lugar, al Espíritu Santo y luego a los creyentes: “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” (v.3).

 No se sabe cómo Pedro se enteró del engaño, el caso es que confrontó a Ananías con su pecado. “Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios” (v.4).

 Con qué facilidad todos nosotros podemos tener la misma actitud que Ananías y Safira. Vamos a la iglesia queriendo aparentar que somos muy buenos creyentes, o que somos muy espirituales o muy generosos, pero todo es farsa, aparentamos dar el diezmo completo o cuidar los utensilios y dinero del templo, pero lo sustraemos. Nos podemos engañar unos a otros, pero Dios ve lo que hay en nuestro corazón, en tu corazón. ¡Es un pecado horrible!

“Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron” (v.5…6). Fue un castigo divino en la que se ve claramente la mano de Dios actuando directamente. ¡Ananías murió por un engaño, por una mentira! Y en seguida los jóvenes que estaban en la casa con Pedro y otros creyentes, cogieron el cuerpo y lo enterraron sin dar aviso a su esposa o familiares.

 Tres horas después, nos dice el relato bíblico, sucedió, que entró Safira donde estaba Pedro, pero sin saber lo que le pasó a su marido. Pedro le dio la oportunidad de arrepentirse y le preguntó: “Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas” (v.8…11).

 Safira, habiéndose puesto de acuerdo con su marido en cuanto a lo del dinero, mintió a Pedro sin temblarle la voz. Ella ni sospechaba lo que le iba a acarrear esa mentira, ¡si por un instante se hubiera arrepentido, se hubiera dado cuenta que esa actitud pecaminosa no agrada a Dios, si le hubiera dicho a Pedro toda la verdad, el final de esta historia sería otra muy distinta! Pero no fue así, fue, no solo cómplice de su marido, sino autora de este engaño y mentira, a Dios y a la iglesia. Las consecuencias de seguir en este engaño fue su muerte, como la de su marido, al instante cayó muerta y la enterraron junto a Ananías.

 Me pregunto ¿Ambos eran creyentes? Creo que el v. 32 es la clave, estos creyentes fueron juzgados y castigados por el Señor, para no ser condenados por el mundo. Por lo tanto, me atrevo a decir que eran creyentes genuinos que pecaron mintiendo y engañando a Dios y a la iglesia, y fueron juzgados y castigados por Dios mismo de manera muy directa, pero que no fueron condenados eternamente. Juzgados sí, castigados sí, pero no condenados.

 Hay muchas personas que justifican la mentira llamándola “mentira piadosa”. Y es terrible que un verdadero hijo de Dios pueda pensar que alguna mentira no hace mal a nadie ni es tan importante.

 Esta historia lo que nos enseña es que la mentira es aborrecible a Dios, y si Dios actuara de la misma manera en nuestras iglesias, me pregunto ¿quién quedaría con vida? Gracias a su gran misericordia nos trata con justicia y con gracia a través de su Hijo Jesucristo. Él es el único que nos puede limpiar de nuestros pecados.

 El último versículo de nuestro pasaje dice que vino un gran temor a la iglesia y a todo aquel que oyó estas cosas. Todo el que oyó estas cosas reconoció la mano de Dios actuando en la iglesia. La iglesia no es un club social, la iglesia no es reunirnos para pasarlo bien, la iglesia es para adorar a Dios y edificarnos los unos a los otros por medio de su Palabra predicada y para obedecer sus mandamientos. De igual forma las cosas y el dinero de Dios se guarda, se honra con buen uso. El propósito de Dios con estos actos era mostrar la gravedad de la mentira ante sus ojos. Con Dios no podemos jugar, a los hombres los podemos engañar, pero a Dios no.

Safira planeó este engaño juntamente con su esposo, no sabemos de quién salió la idea, pero está claro que, aunque fuera su marido el cerebro de la operación, ella podía haberle no seguido e incluso convencido de que no lo hiciera. La influencia de la mujer sobre su esposo es enorme, tanto para bien como para mal.

 Por lo tanto: ¿cómo vives tú cuando nadie te ve, en lo privado? Puede que des una imagen muy espiritual, pero a Dios no lo engañas. ¿Hay engaño en tus labios? Quizás pienses que no mientes ni engañas, pero la mentira tiene muchas caras y puede presentarse de muchas maneras. ¿Es tu vida transparente? ¿Actúas en tu trabajo honestamente y sin doblez? ¿Declaras a Hacienda todo lo que ganas y todo lo que tienes? ¿Dices medias verdades? Porque aquí no hay medias tintas, o lo que dices es verdad o es mentira, no puede ser las dos cosas. ¿Hay apariencia cuando estás con los hermanos en la iglesia? ¿Te gusta que se enteren de las buenas obras que haces para que te adulen?

 Analiza tu corazón delante de Dios, y si hay algo que solucionar, pon manos a la obra y no lo dejes para mañana. Dios aborrece la mentira y el engaño y tú y yo debemos aborrecerlo también: Levítico 19:11; Salmo 5:6; 62:4; 120:2; Proverbios 6:16…17; 12:22; 13:5; 19:5; Efesios 4:25; Colosenses 3:9. Porque si no fuera por la gracia de Dios Safira seríamos nosotros.

S.A.G. – 10 – MAY - 2021

 

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