Y Que Paso Con El Compromiso Social De Las Iglesias Por Saúl Guevara

 

"Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras" Hebreos 10:22...24 NVI

 El proceso de globalización plantea un doble reto a las iglesias; por un lado, el de cambiar sus estructuras para adaptarlas a nuevas demandas promoviendo a hombres y mujeres, y por otro, propiciar una nueva cultura que exige otra espiritualidad potenciando la experiencia con Dios. El papel mundial de la iglesia tiene que relacionarse con la justicia en el mundo desde su comprensión como iglesia de los desamparados de todo tipo, en las que cada miembro está llamado a participar activamente. 

 ¿Por qué deben participar los cristianos?

 En definitiva, sólo hay dos actitudes posibles para el cristiano frente al mundo: el escapismo o el compromiso.

 “Escapismo” significa dar la espalda al mundo y rechazarlo, lavarse las manos para descubrir luego, como Poncio Pilato, que la culpa no desaparece con el agua y endurecer el corazón frente al clamor agonizante de quienes piden ayuda.

 Por el contrario, “compromiso” significa volverse hacia el mundo con compasión; ensuciarse, lastimarse y gastarse las manos en el servicio y sentir en lo más profundo del ser el impulso del amor de Dios que no puede ser sofocado.

 Es deber de sus líderes eclesiásticos, en su ministerio quíntuple, guiar, propiciar, fomentar y realizar todas las acciones pertinentes, para que el surja el “verdadero” cristiano comprometido en el pensamiento de Jesús el Cristo.

 En demasiados casos los cristianos hemos sido, o tal vez aún somos, escapistas irresponsables. Nos resulta más agradable estar danzando en las reuniones y disfrutar de la comunión de unos con otros dentro de la iglesia, que servir fuera de ella, servir en un medio indiferente y hasta hostil. Por supuesto, que de vez en vez hacemos incursiones cristianas en territorio enemigo; “vamos a ganar almas”, almas que ciertamente reciben a Jesús y después ¿quién las hace discípulas?, luego nos retiramos, cruzando el foso de regreso al castillo cristiano (nuestro templo), levantamos el puente levadizo y hasta cerramos los oídos a las súplicas desesperadas de quienes golpean el portón.

 En lugar de evadir nuestra responsabilidad social, debemos abrir los oídos y atender a la voz de aquél que en todos los tiempos llama a su pueblo a salir al mundo perdido y solitario (como lo hizo Él), para vivir, amar, testificar y servir,

 Pues precisamente en esto consiste la «misión». La misión es nuestra respuesta humana a la comisión divina. Es un estilo de vida cristiano integral, que comprende la evangelización y la responsabilidad social, y está dirigida por la convicción de que Cristo nos envía a salir al mundo como el Padre lo envió a Él. Por lo tanto, allí es adonde nos debemos dirigir, para vivir y servir, sufrir y morir por Él.

 Aun así, nos volvemos a preguntar ¿por qué? ¿Por qué deben participar los cristianos en la sociedad y sus problemas sociales? Como respuesta está la vida de Jesús, que todos aceptamos en teoría, pero que tendemos a retacear para que se adecuen a nuestra teología escapista.

 Hago una apelación a todos los lideres eclesiásticos, a sostener con valor esta doctrina en su integridad bíblica. Ella debería bastar para convencernos de nuestra responsabilidad social como cristianos; ella cinco nos deja sin excusas.

 Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. Hebreos 10:24

S.A.G. – 17 – AGO – 2021

 

 

 

 

 

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