Las Heridas Transformadas

Siempre he sostenido y debe sonar extraño decir que la alegría es fruto de nuestra elección. Con frecuencia nos imaginamos que hay personas más afortunadas que otras y que su alegría o su tristeza depende de las circunstancias de la vida, las cuales quedan fuera de nuestro control.

Y, sin embargo, elegimos; no tanto las circunstancias de nuestra vida cuanto la manera de responder a estas circunstancias. Dos personas pueden ser víctimas de un mismo accidente. Para uno, este se convierte en fuente de resentimiento; para otro, en fuente de agradecimiento. Las circunstancias externas son las mismas, pero la elección de la respuesta es completamente distinta. Hay gente a la que se le agria el carácter cuando se van haciendo mayores. Otros, en cambio, envejecen con gozo. Esto no significa que la vida de aquellos cuyo carácter se va amargando haya sido más dura que la vida de los que viven contentos. Significa que se han hecho opciones diferentes, opciones íntimas, opciones del corazón."

"...Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción" Génesis 41:52

Cada herida, cada ofensa, cada dolor causado por otras almas malvadas a nosotros, nos da la oportunidad de generar una perla.

¿Qué es una perla? La ostra recibe una herida con un grano de arena que penetra y queda metido en la llaga. Se ponen en función todos los recursos para sanar la herida. Cuando ésta queda sana y el proceso de reparación termina, es una perla lo que cierra la herida. El sufrimiento hace aparecer recursos insospechados en un marisco y el resultado es una belleza que no se puede obtener de otra manera. ¡La perla es una herida cicatrizada! ¡Si no hay herida no hay perla!

Los infortunios de nuestra vida pueden ser transformados en bendiciones, las heridas en perlas preciosas de gran valor. Aún una situación muy dolorosa puede ser una fuente regeneradora. Cada infortunio, cada fracaso, cada pérdida, puede transformarse. Dios tiene poder para transformar las desgracias en valuarte suyos. De los embates de la vida pueden venir nuestras más ricas recompensas."

Cuando comience a orar y concéntrese en sus dones, no en sus errores, salga de la depresión. Esto es más que nada asunto de quien escoge mantenerse acobardado por la crítica, o de quien, al contrario, la utiliza como un don para cambiar lo que sea necesario a fin de construir un mundo mejor. Cada conflicto puede traernos pecado o virtud.

Las dudas sobre la fe, o pueden destruirla o hacerla más fuerte que nunca. No hemos nacido con virtudes, pero desarrollamos las virtudes al enfrentar la tentación y al levantarnos de las caídas, volviéndonos más dependientes de la fuerza de Cristo. Los santos no son las personas que nunca han pecado, sino los seres humanos cuyo pecado los ha acercado más a Cristo.

La curación de una herida es un proceso oculto tan profundo como las mismas heridas. El proceso de curación de una herida, generalmente se inicia con una oración y continúa si actúo con la mente y el corazón de Cristo y si agradezco la madurez obtenida a partir de la herida.

Pero la curación más profunda no consiste en que volvamos a caminar o en que la depresión no vuelva a surgir o en que perdonemos a nuestros padres. Cuando Cristo envía a los diez leprosos con los sacerdotes, los diez están físicamente curados, pero sólo el samaritano regresa con la curación más profunda, para alabar y agradecer a Dios (Lucas 17:18 -19)

La curación no es levantar un pie que nunca se había movido o aliviar una depresión de diez años, sino elevar nuestras mentes y corazones a Dios.

Comprender tus heridas sólo puede ser terapéutico cuando esa comprensión está al servicio de tu corazón. No es fácil llegar al corazón con tus heridas: exige liberarse de muchas cuestiones. Te preguntas: ¿Por qué me lastimé? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Quién lo hizo? Crees que las respuestas a estas preguntas te aliviarán. Pero, cuanto mucho, sólo te ofrecerán una pequeña distancia respecto de tu dolor.

Piensa en cada herida como pensarías en un niño que ha sido lastimado por un amigo. Mientras el niño esté despotricando y desvariando, intentando volverse contra el amigo, una herida lleva hacia la otra. Pero, cuando el chico siente el abrazo de consuelo de uno de sus padres, puede sobrevivir al dolor, volverse hacia el amigo, perdonarlo y construir una nueva relación.

Sé amable contigo mismo, y deja que tu corazón sea de tu amoroso padre mientras sobrevives a tus heridas. Es mejor detenerse y permanecer en silencio, abandonados en las manos del Padre, asumiendo con gratitud el misterio de la vida. He conocido gentes para las que una enfermedad que de improviso apareció y les acompañó hasta la muerte, resultó ser la mayor bendición de su vida.

Estoy seguro: si tuviéramos la perspectiva de eternidad que tiene el Padre, todas las cosas adversas que nos suceden cada día las habríamos de considerar como cariños especiales del Padre para con nosotros, sus hijos, para liberar, sanar, despertar, purificar.

Ya es tiempo que vayas fabricando tus perlas de esas heridas, que solo tu conoces y que llevas callado, cual espinas punzantes, dolientes e enconosas en tu corazón, fabricando con ellas cadenas de opresión. HOY TE INVITO EN EL NOMBRE DE JESÚS, a que fabriques perlas, para que cambies cadenas de angustias por flamantes collares de perlas. Tan solo empieza.

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