La familia del otro

Existen y más de alguna vez he escuchado chistes acerca de la familia política, especialmente dirigidos a la suegra; van de todo nivel, suaves y fuertes, eso me ha hecho pensar por mucho tiempo por qué esa enemistad de la relación entre la familia política y el cónyuge y cómo por generación se sigue viviendo esa ruptura de la que muy pocos hogares se salvan. 

Y es que cuando nos casamos vivimos la fantasía de pensar que solo le estamos poniendo el anillo a una persona, pero queramos o no, al unirnos estamos aceptando a la familia de nuestro cónyuge y por lo que logro entender, sus padres ahora se convierten en los míos y sus hermanos igual. El primer mandamiento con promesa dice que al honrar a nuestros padres serán alargados nuestros días (Éxodo 20:12).

En este el tema matrimonial se debiera aplicar siempre la máxima “cada uno en su casa y Dios en la de todos” porque en el momento que se extralimitan las fronteras de lo permisible, comienzan los problemas y una de las razones por donde comienzan los conflictos, es cuando una pareja se casa y permanece viviendo al lado de sus padres.  Para uno de ellos son sus padres, pero para el otro son sus suegros.

Lo peor llega cuando se crea rivalidad entre ambos bandos, sobre todo cuando el hijo se encuentra muy apegado a su madre, incrementándose la rivalidad entre nuera y suegra pudiendo terminar en resultados nefastos. Para la suegra, madre del esposo, su hijo es intocable porque es la prolongación del amor de su esposo.

Desde el principio de la creación quedaron establecidas las condiciones del matrimonio a los ojos de Dios: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser. (Génesis 2:24 NVI)

Un solo ser implica que ella o él y su familia se vuelven uno con su cónyuge y su familia, es decir, padres biológicos y suegros, se convierten en padres.  

Sé que al leer esto alguno pensará en la mala relación que puede existir con alguien de su familia política, pero veo ejemplos tan asombrosos en la Biblia en relación a este tema como el de David, que, siendo un ungido de Dios, con promesa de ser el Rey de 
Israel, sabiendo que el Señor estaba de su lado, siempre respetó a su suegro Saúl. Imagine la actitud de David, pagando todo el mal que le hacía su padre político por bien; 
Saúl lo persiguió, lo trató de clavar a la pared para matarlo, pero la respuesta de David fue que con la misma lanza con la que Saúl lo quiso matar con esa misma hizo que el corazón del Rey se ablandara, le pidiera perdón, también que regresara a su lado y hasta lo llamó hijo mío (1 Samuel 26:21). 

Algunos en el lugar de David hubiéramos terminado allí con el problema, clavando en tierra a su suegro, sin embargo, la actitud de él fue distinta, logró conmover el corazón de un hombre malo por medio de la honra, a tal punto que lo termina bendiciendo. David no estaba pidiendo una bendición, él estaba con una actitud de honra hacia su suegro. 

Sé que Dios obró en Saúl para que terminara bendiciendo a David.

Otro ejemplo es el de Jacob que fue engañado y explotado por su suegro trabajando catorce años en dote por Lea y Raquel. La primera de ellas le fue entregada a Jacob con engaño ya que a la que él amaba era Raquel (Génesis 29:25), con el agraviante que Labán engañó de nuevo a su hijo político, cuando Jacob le pide las ovejas y cabras que estén manchadas y oscuras lo cual acepta, pero de inmediato manda a sus hijos a retirarlas de los rebaños para que Jacob no las pueda tener y las manda a 50 kilómetros de distancia (Génesis 30:34) (Génesis 31:11).

Claro que siempre debe existir un equilibrio, Dios nos enseña que los extremos son malos. Por ejemplo, Jacob y Labán acordaron tener un límite en Galaad para no violentar los límites entre uno y otro. 

El respeto y la honra que Jacob tuvo con Labán fue uno de los factores principales para que Labán al retirarse de Galaad, bendijera a sus hijas y nietos.

No debemos esperar que nuestros suegros cambien, que todos cambien, nosotros somos los que debemos poner de nuestra parte, tratándolos como a personas de más alta estima. 

Lea el consejo que Pablo escribe: “Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. (Filipenses 2:3).

Pero en la vida de repente, al iniciar a caminar en su matrimonio, de repente cae en cuenta de ¡cuántas personas venían dentro del “paquete” del amor! 

Nos encontramos cara a cara con costumbres y maneras de entender la vida que son muy diferentes a las nuestras. Nos choca. Nos extraña. A veces, la familia política es causa de peleas, malos entendidos y disgustos; pero manteniendo algunos consejos en mente, la familia política puede ser una segunda familia para nosotras, un lugar de amor, fuerza, apoyo y felicidad.

Cómo evitar que la familia política no sea motivo de discusión en pareja:
1. Necesitas aceptar que tu cónyuge no puede (ni debe) desentenderse de su familia. Ellos son parte de él y separarle de ellos sería robarle un pedazo grande de su corazón. 
2. Dicho esto, es importante establecer límites. Los asuntos de la pareja son privados. 3. Mantenernos en el mismo equipo. Nuestra relación matrimonial, debe estar por encima de cualquier otra relación familiar. No criemos bandos diferentes.  
4. Que tus expectativas sean realistas. Quizás esperas que te reciban con los brazos abiertos y que te acepten al instante, pero hay familias muy cerradas a las que les cuesta abrirse a extraños. Ten paciencia y demuestra que mereces su confianza.
5. Acepta las diferencias con humor. Muchas veces exageramos las situaciones simplemente porque no las entendemos. Si sus costumbres son diferentes, acéptalas con respeto, aunque no te gusten (siempre y cuando no sean costumbres denigrantes o dañinas). 
6. Olvídate de cómo se hacen las cosas en “tu familia”, cada familia actúa de manera diferente y te va a resultar imposible cambiarlo. Asume que para ellos las cosas se hacen de otra manera. Cuando te pase “el susto”, comprobarás que no es para tanto.
7. No critiques a su familia. Si lo haces, se pondrá a la defensiva, porque los ama. Solamente podrás hacer críticas cuando tu cónyuge sienta que tú los amas.
8. Mantén una actitud abierta. Hay muchas cosas que aún no sabes y que debes aprender. Tu familia puede ser fuerte en un área de la vida y la familia de tu cónyuge puede ser fuerte en otra área. 
9. Perdona sus ofensas. Habrá veces que te ofendan, a propósito, o no, el perdón es liberador.
10. Si la relación está resentida, quizás tú debas dar el primer paso: una sonrisa, un agradecimiento, una invitación a comer, una llamada por teléfono, un pequeño detalle.

Para manejar esta situación se requiere mucho tacto y sutileza, definiendo claramente los roles y fijando límites sin crear resentimientos. Hay que ser inteligentes en el manejo de la relación con la familia política, procurando que no se manifiesten celos abiertamente ni inseguridades que abonen el terreno del conflicto.

También es importante la paciencia y la tolerancia, abriendo nuestro corazón desde la comprensión y la piedad, de saber que para ellos como padres no es fácil que su hijo/a abandone el hogar para irse con otra/o que no esté bajo su potestad.

Fortalezcamos los contactos con una buena comunicación, pero sin manipulación ni extralimitaciones.

Lo mejor es dejar que cada familia tenga su propio espacio, respetando el espacio de la pareja, por muchas ganas que tenga de opinar, entrometerse o pretender gobernar. 

Y sobre todo hagamos de Jesucristo el centro de nuestra familia.

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