Levantémonos Y Lleguemos A La Tierra Que Fluye Leche Y Miel

Muchos no ven la tierra prometida, siempre hablan de las malas rachas, pero es necesario siempre mirar estas rachas con perspectiva y comprender los siguientes factores:

   -  Tamaño: No existe un tamaño estándar en una mala racha, ni tampoco se puede cuantificar. Todo depende de lo bien o mal que lo estemos haciendo. Es importante destacar que durante estos periodos hay que estudiar y trabajar en buscar posibles errores que estemos cometiendo.

   - Tendencia: Es muy común ver como más de una persona afirma que va a mejorar después de esas rachas, ya sea por sus conocimientos o porque está orando a Dios y “ya le toca ganar”. Obviamente esta persona no tiene en cuenta ni conoce las realidades de las malas rachas. Además, hay que tener en cuenta que no todas se producen de igual manera, no podemos fijar ni cuantificar el tamaño exacto de las rachas.   

   -  Frecuencia: Quizás este sea uno de los principales problemas a la hora de aceptar las malas rachas. Si viviéramos en un mundo perfecto todos estos factores y en especial la frecuencia, pasarían inadvertidos. Sin embargo, en el mundo real es muy difícil evadirse de la frecuencia de las malas rachas por la presión que pueden llegar a producir.  

Una persona que experimenta con relativa frecuencia malas rachas durante un periodo corto de tiempo puede llegar a pensar que no tiene las habilidades suficientes o necesaria para conseguir triunfar consistentemente. Manejar una mala racha por prolongado tiempo, es posiblemente una de las tareas más difíciles a las que nos vamos a enfrentar en nuestra vida y si fracasamos en ello puede llegar a suponer la pérdida de nuestra fe.

Por tanto, es importante comprender cuanto antes que estas vicisitudes, son parte de nuestra vida diaria y que Dios tiene soluciones para nosotros.

Leamos Deuteronomio 6.3: “Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres”.  

Debemos obedecer al Señor en todo tiempo y en toda circunstancia, aun cuando estemos en una tierra que fluye leche y miel o sea en una buena racha. Lo que hace que nos vaya bien en tiempos prósperos es la aplicación de los principios de la Palabra de Dios en nuestra vida, máxime en estos tiempos.  

Hay personas que, a pesar de haber estado en la tierra que fluye leche y miel, no les ha ido bien en la vida, porque no han cuidado de obedecer a Dios en ese tiempo. El hecho de que ahora estés en la tierra donde fluya leche y miel no significa que siempre te va a ir bien. El obedecer al Señor en lo que Él manda, hará que seas bendecido en todo tipo de tierra.  

En tiempos prósperos muchas veces empezamos a ser sabios en nuestra propia opinión y descuidamos lo que Dios manda obedecer. Por eso la Palabra dice: Cuando entres a la tierra que fluye leche y miel, cuida de ponerlos por obra, es decir, no “te creas la gran nota”, y mantén la fidelidad en mí.  

También necesitamos entender que el hecho de que nos vaya bien no significa que automáticamente vayamos a multiplicarnos. De hecho, hay personas a las que hace años que les va bien y, sin embargo, nunca logran hacer una verdadera diferencia económica. Acuérdate de que cuando Dios te bendice no es solamente para que te vaya bien sino, también, para que te multipliques, o sea, vivir bien pero también crecer económicamente.  
  
El que te vaya bien, y el que te multipliques, no tiene que ver tanto con las condiciones sino con las decisiones que tomas cada día.  

Al estar en la tierra que fluye leche y miel no te olvides de administrar tu economía como el Señor enseña, primero para que te vaya bien y segundo para que multipliques lo que Él te ha dado.

Si no tienes cuidado con las situaciones anteriores, hoy puedes estar en la tierra que da leche y miel y mañana… no. 

Mañana podrías haber caído y si has caído la única opción es levantarnos.

Hablemos bíblicamente de dos requisitos para levantarnos: “Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó”. Marcos 9.27  

Hay creyentes que no se pueden levantar en alguna área de su vida, puede ser en lo económico, en lo familiar, en lo laboral, en lo ministerial, a pesar de que son buenos cristianos.  

Existen dos requisitos fundamentales para que un hijo de Dios se levante en cualquier área de la vida: 
Tomarse de la mano del Señor y 
Dejarse enderezar por Él.  

Por lo general, la mayoría de los creyentes no tienen problema con el primer requisito, es decir, se toman de la mano del Señor y confían en Él.  

El problema está con el segundo requisito, que es permitirle a Dios que los enderece, es decir, que corrija en ellos lo que deba ser corregido.
  
Económicamente: no cambian comportamientos negativos. 
Familiarmente: no son sanados emocionalmente. 
Laboralmente: no mejoran su carácter.  
Ministerialmente: no saben trabajar en equipo. 

El levantarnos es de verdaderos esforzados y valientes no de cobardes, solo el valiente permite que el Señor trabaje en su vida enderezando lo que esté torcido para que puedas vivir en plenitud, como Él quiere que vivas.  

Para levantarnos necesitamos ser enderezados por Dios y no solamente permitir que Dios nos tome de su mano. 

Si quieres volver o alcanzar la tierra en donde fluye la leche y miel, tienes que tener la valentía y sumo cuidado que no solo te tomes de la mano del Señor en las situaciones difíciles, sino que permitas que Él, te enderece para que puedas vencer esas dificultades.  

¿Entendiste?, ha llegado la hora de respondernos que somos ¿Valientes o Cobardes?

Oro y pido a Dios, porque seas valiente.

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