Quien Lo Dejo Entrar



En muchos países se da la costumbre de asistir a una fiesta sin ser invitado es algo tan común que ya muchos lo ven como normal. Es casi seguro que conozcas a alguien que haya ido a una fiesta sin ser invitado o pudiese ser que, hasta tú, amigo lector, hayas hecho lo mismo. La verdad es que tal hábito o costumbre no es nada nuevo.

Dentro de esta perspectiva hasta la Biblia nos cuenta una parábola sobre un Rey, una boda, unos invitados y un hombre que no estaba vestido para la ocasión.  

No tratare de hacer o dar una explicación o interpretación sobre la parábola, eso ya muchos comentaristas lo han hecho. La idea es puntualizar y reflexionar sobre un componente que siempre me ha llamado la atención y que me ha llevado a investigar en diferentes versiones de diferentes autores, algunas de ellas bastante divertidas y otras muy súper espiritualizadas.

Leamos el pasaje bíblico que se encuentra en Mateo 22:1…14: “Jesús volvió a hablarles en parábolas, y les dijo: El reino de los cielos es como un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus siervos que llamaran a los invitados, pero estos se negaron a asistir al banquete. Luego mandó a otros siervos y les ordenó: Digan a los invitados que ya he preparado mi comida: Ya han matado mis bueyes y mis reses cebadas, y todo está listo. Vengan al banquete de bodas. Pero ellos no hicieron caso y se fueron: uno a su campo, otro a su negocio. Los demás agarraron a los siervos, los maltrataron y los mataron. El rey se enfureció. Mandó su ejército a destruir a los asesinos y a incendiar su ciudad. Luego dijo a sus siervos: El banquete de bodas está preparado, pero los que invité no merecían venir. Vayan al cruce de los caminos e inviten al banquete a todos los que encuentren.  Así que los siervos salieron a los caminos y reunieron a todos los que pudieron encontrar, buenos y malos, y se llenó de invitados el salón de bodas. Cuando el rey entró a ver a los invitados, notó que allí había un hombre que no estaba vestido con el traje de boda. Amigo, ¿cómo entraste aquí sin el traje de boda?, le dijo. El hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: Átenlo de pies y manos, y échenlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes. Porque muchos son los invitados, pero pocos los escogidos”.   (NVI y subrayado mío).

Veamos el hecho de que en la fiesta había un hombre que no estaba vestido para la ocasión y sobre ello hablemos y reflexionemos un poco.

De todos los comentarios y lecturas que he leído o escuchado, incluyendo sermones, recuerdo leer uno, pero no me acuerdo en dónde, que explicaba que para entrar a una boda había que estar vestido con una vestimenta particular y que todos los invitados vestían de forma parecida, algo así como pasa ahora según la moda.

Ahora bien, consideremos detenidamente el pasaje bíblico… ¿Cómo es posible que ese hombre haya entrado a la fiesta y nadie había reparado sobre su vestido? ¿Cómo es posible que fuera el Rey quien se dio cuenta y no uno de sus siervos que generalmente recibían a las visitas?  


Observando la parábola, de una manera especial el acontecimiento de cuando el Rey ve a un hombre que no está vestido para una fiesta de boda, me hace pensar y hasta deducir que este personaje no entró por la puerta, es decir, tuvo que haber entrado por otra parte, como popularmente se dice, tuvo que haberse colado, pues si hubiese entrado por la entrada principal, de seguro no lo hubiesen dejado entrar.

¿Por qué digo esto?

Por la pregunta que se le hace al hombre: ¿Cómo has entrado, sin estar vestido de bodas?

En pocas palabras, el Rey lo que estaba diciendo es: ¿quién te dejó entrar así? Eso es lo que me hace pensar que este tipo no entró por la puerta principal.

Claro, esto es una parábola, y Jesús no dice nada al respecto, pero sí nos enseña que para entrar a la boda hay que estar vestido para la ocasión.

¿Qué nos enseña esto?

En lo que respecta a nuestras sociedades actuales, con sus círculos artísticos, políticos, comerciales, profesionales, deportivos en fin todos esos segmentos sociales que expresan una disciplina, existen muchas personas que se cuelan, sin ser considerados no aptos al círculo; de ahí la validez de la máxima popular de “zapatero a tu zapato”.

Muchos y para emparejar también muchas, creen que por estar en relación cercana a alguien (esposo, amigo, socio, etc.) esto les otorga el derecho de incursionar donde no se han preparado. Ejemplo de ello los hemos visto en algún momento como cuando alguien aprecia una pintura y de repente dice “eso lo hubiese hecho yo y mejor”

Así bastantes al ver las obras y actos de otros creen estar aptos para estar en esos círculos, cada uno tiene su don dado por Dios, esmerémonos en hacer crecer ese don y respetemos a los demás, evitemos caer en la categoría de los acoge el refrán “hablo el buey y dijo muuuu”

Por otra parte, en lo que respecta a nuestra área espiritual, así como este hombre que no estaba vestido de bodas, hay muchas personas que quieren ir a la fiesta del reino de los cielos sin estar vestido correctamente y sin pasar por la puerta principal.

Esto lo puede llevar a preguntar: ¿Quién es la puerta principal?

La respuesta la encontramos en Juan 10:9 “Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos” NVI

Jesucristo es la puerta. Nadie puede asistir a la fiesta de la salvación sin entrar por la puerta que es Cristo, el Salvador.  

Muchos creen que por el hecho de que en este mundo pueden burlar la justicia, la seguridad con sus cámaras y toda la tecnología moderna, así podrán burlar la entrada a su salvación eterna, déjeme decirle que no hay otro camino, no hay otra puerta, no se puede entrar por otro lado y burlar la seguridad. Seguramente el Rey se dará cuenta que no entraste por la puerta (Jesucristo) y que no estás vestido para la ocasión (nuevo nacimiento, santidad, regeneración).  

Entonces y en esos momentos en que ya no hay marcha atrás o vas al cielo o vas al infierno escucharas… “Átenlo de pies y manos, y échenlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes. Porque muchos son los invitados, pero pocos los escogidos”.  

Recuerda que nadie puede asistir a la fiesta de la salvación sin entrar por la puerta que es Cristo, el Salvador.  

Este es buen momento para que te preguntes ¿Qué estás haciendo?... pero sobre todo respóndete y actúa.

 

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