Cristianos Que Andan De Una Iglesia A Otra - (Parte 2)



3 Juan 11 “Querido hermano, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; el que hace lo malo no ha visto a Dios”

D. Acumulación del cansancio semanal

Al llegar el domingo, a veces se piensa... "Ay, tengo que ir a la iglesia... Pero la cama está tan rica... Me quedo otros cinco minutos".

Cierto, quienes trabajan toda la semana, quienes antes del amanecer estamos listos a irnos o tienen horarios que culminan en la madrugada, pensamos irremediablemente en el descanso, en la tranquilidad que da el saber que el domingo ha llegado y que las actividades se reanudarán hasta el lunes. Esto hace que a veces pensemos en descansar todo un día y evitamos tomar conciencia de que se trata del día que dedicamos al Señor.

Aquí juega especial rol la falta de disciplina y la entereza de hacer a un lado la flojera. Quienes hemos, han o están incurriendo en esto debemos tener en cuenta que somos ejemplo para nuestros hijos, por lo que la holgazanería no es el mejor reflejo que deben ver de nosotros.

Por eso, es mejor que si usted sabe que no se va a levantar temprano al día siguiente, descanse y vaya al culto de la tarde para no tener el pretexto de no ir a la iglesia. Creo que la fatiga y la flojera son uno de los peores argumentos para dejar de ir a la iglesia.

E. Interés por lo que está de moda

Un hermano un día atraído por la alabanza se acercó a la iglesia y estuvo durante todo el culto, al mes de estar llegando manifestó su deseo que ser parte formal de la membresía, y comento: "Yo antes iba a una iglesia muerta". Al inicio no entendí a qué se refería, otro hermano que me acompañaba le preguntó qué era a lo que llamaba "iglesia muerta". El joven nos dijo que antes iba a una iglesia donde en forma muy solemne se tomaban los himnarios y se cantaban antiguos coros. Para él eso era una "iglesia muerta". Y nos relató que lo que le gustaba de nuestra iglesia es que es "viva" porque hay grupo de alabanza que, con panderos, baterías y guitarras, declaran la gloria de Dios.

Aun cuando respeto el parecer de cada uno, me parece que cada día más se va acrecentando entre los cristianos ese gusto por lo "espectacular" y por lo "novedoso" es una expresión esnobista. Tal parece que ir a la iglesia se hubiera convertido en un espectáculo de danza, música, luces y canciones.

Esto ha provocado que mucha gente abandone las iglesias tradicionales en alabanza, no en doctrina, para integrarse a estas iglesias en que podemos prácticamente formar parte de un espectáculo. Aquí queda hacer la reflexión sobre el respeto que merece cada forma de expresarnos ante Dios, sin catalogarlas de "muertas" o "vivas".

F. Por lo remoto del lugar de residencia

Hay hermanos que alegan que sus templos quedan demasiado lejos de donde viven; creo, con toda sinceridad que, si ese es el problema, deben platicarlo con su pastor y buscar una opción cercana a su domicilio, pero no poner como pretexto la lejanía.

Sé de hermanos que viven sumamente lejos de la iglesia y que sin embargo son los primeros en llegar al culto perfectamente bien bañados, arreglados y atentos para escuchar el sermón. Así que no hay pretexto.

F. El vacío congregacional

He sido testigo de la insistencia que tiene algunos hermanos para lograr que una persona conozca la Palabra de Dios y vaya a la iglesia. Se le habla del amor de Dios, se les habla de la vida eterna en el cielo, en fin... Se les habla de todas las promesas y riquezas espirituales a que puede tener derecho como hijo de Dios.

¿Y qué pasa cuando esta persona ya asiste a la iglesia? Al principio se les recibe con sonrisas, abrazos, besos, exhortaciones, enhorabuenas, ¿y después?... la indiferencia, la falta de interés, nadie se les acerca y nadie se preocupa por su crecimiento espiritual.

Caigamos en la cuenta que muchas de estas personas vienen a los pies del Señor porque provienen de ambientes de rechazo y qué decepción cuando son rechazados por quienes enarbolan la bandera del amor filial y la comprensión.

Seamos ecuánimes, dejemos la palabrería inútil y pasemos a los hechos, porque es muy fácil decir "Cristo te ama", mientras en nuestro corazón reina el desinterés por los demás.

G. Cristianos muy sociales

Otros dejan de ir a la iglesia porque algunas de éstas más parecen clubes sociales o mercados donde se ofrecen productos y se busca hacer negocios con los hermanos. Esto va desde la venta de las predicaciones del pastor, hasta la venta al menudeo de cualquier cantidad de chucherías. Existen también aquellos que se mueven de iglesia en iglesia esperando estar cada vez más en la iglesia donde se reúnen la crema y nata de la sociedad y de esa manera aparentar lo que no son, ellos, los igualados a ricos han perdido la visión de por quienes vino Jesús.  

Hay gente a la que este tipo de situaciones no les parece y terminan alejándose de las iglesias, detestando todo lo que huela a cristianismo.

H. La influencia conyugal

Bueno es apuntar que en muchas ocasiones la influencia conyugal es causante del abandonar una iglesia, ya sea por abuso conyugal de un miembro, por celos, por frustraciones de uno trasladadas al otros o más causas, poco a poco la pareja va dejando la conducta del congregarse poniéndose en riesgo ellos y sus hijos. Generalmente a estas parejas se les dice: “No dejar de congregarse como algunos tienen por costumbre”. No quiero justificar a todos los que dejan de congregarse para retomar otra vez su vida de pecado, pues son ellos mismos los culpables y únicos responsables de dicha actitud. Pero si quiero destacar el gran número de cristianos que están sin congregación por no tomar decisiones conyugales en forma seria y comprometida en lo más esencial… Jesucristo.  

Para concluir podemos decir que, salvo otra consideración, el reunirnos en nuestras iglesias, trae consigo el edificarnos entre quienes formamos el cuerpo de Cristo animándonos amorosamente lo cual redunda en nuestras buenas obras.

El congregarse es la mejor forma de conocer y aprender de la Palabra de Dios, pero no sólo eso, sino que es el campo inicial en que podemos llevar a la práctica las enseñanzas a nuestra vida diaria.

Apelo al sentido de responsabilidad del verdadero cristiano comprometido con el evangelio con el fin de que quienes llegan a una iglesia, se sientan verdaderamente en un lugar en el que se van a gozar en el Señor. Para ello no se necesitan grupos o grandes orquestas. No se necesitan pastores grandilocuentes que cuenten anécdotas graciosas, sino corazones comprometidos en llevar la Palabra de Dios a los necesitados, a los heridos y a los marginados.

Que Dios nos bendiga

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