Salmo 115:12…13 “El SEÑOR nos recuerda y nos
bendice: bendice al pueblo de Israel, bendice a los descendientes de Aarón,
bendice a los que temen al SEÑOR, bendice a grandes y pequeños.”
Esta promesa de bendición no es para ladrones,
recuerda 1 Corintios 6:9…10 “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino
de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni
los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.”
Dios habló a través del profeta Malaquías y
planteó una pregunta confrontativa: "¿Robara el hombre a Dios?" Esto
es algo sorprendente porque sugiere algo que parecería imposible.
¿Cómo podría alguien robar a Dios de algo?
¿Significa que asaltamos el cielo y entramos en el santuario llevándonos las
cosas que Dios posee? Tal cosa es manifiestamente imposible. El ladrón más
fuerte del mundo nunca podría escalar las alturas del cielo y profanar las
posesiones de un Dios omnipotente, por lo tanto, la idea misma de robar a Dios
parece absurda.
Sin embargo, Dios da respuesta a esta pregunta;
explica claramente cómo es posible que las criaturas humanas sean culpables de
robo contra Dios. Él responde diciendo: "Aún me estás robando". La
respuesta del hombre es: "¿Cómo te hemos robado?" A lo que Dios
responde: "En tus diezmos y contribuciones". Debido a esto, pronuncia
una maldición sobre toda la nación y les ordena nuevamente que le traigan todo
el diezmo.
Cuando nos referimos al diezmo en las
categorías del Antiguo Testamento, entendemos que el requisito implica devolver
a Dios los primeros frutos de la prosperidad de uno. Estamos obligados a dar el
diez por ciento de nuestro ingreso anual bruto o ganancia. Si el rebaño de un
pastor produjera diez corderos nuevos, el requisito era que uno de esos
corderos fuese ofrecido a Dios. Esta oferta es de la parte superior. No es una
ofrenda que se da después de que se hayan cubierto otros gastos o después de
que se hayan pagado otros impuestos.
Hace unos momentos termine de leer un artículo
que dio una estadística asombrosa que encuentro difícil de creer que sea
precisa. Dice el articula que de todas las personas en América que se
identifican como cristianos evangélicos, sólo el cuatro por ciento de ellos
devuelve un diezmo a Dios. Si estos datos son verídicos, significa que el
noventa y seis por ciento de los cristianos evangélicos que profesan regularmente
roban a Dios lo que le pertenece. También significa que el noventa y seis por
ciento de nosotros estamos exponiéndonos a una maldición divina sobre nuestras
vidas.
Esto plantea la pregunta: "¿Por qué?"
¿Cómo es posible que alguien que dice haber dado su vida a Cristo pueda retener
los regalos financieros que son de Dios?
He escuchado muchas excusas o explicaciones
para esto. La más común es la afirmación de que el diezmo es parte de la ley
del Antiguo Testamento y que desaparece con la llegada del Nuevo Testamento.
Esta declaración se hace rutinariamente a pesar de la falta completa de la
evidencia del nuevo testamento para ella.
En ninguna parte el Nuevo Testamento nos enseña
que el principio del diezmo ha sido derogado. El Nuevo Testamento nos enseña,
que el nuevo pacto es superior al antiguo pacto. Es un pacto que nos da más
bendiciones que el antiguo pacto. Es un pacto que con sus múltiples bendiciones
impone mayores responsabilidades que el Antiguo Testamento.
En todo caso, la estructura del nuevo pacto
requiere un mayor compromiso con la administración financiera ante Dios que la
que era requerida en el antiguo pacto. Es decir, el punto de partida de la
donación cristiana es el diezmo. El diezmo no es un ideal que sólo unas pocas
personas alcanzan, sino que debe ser el mínimo básico desde el cual
progresamos.
La historia de la Iglesia también da testimonio
de que muchos en la iglesia primitiva no consideraban que el diezmo fuera
invalidado en el nuevo pacto. Uno de los documentos más antiguos (finales del
siglo II) que sobrevive hasta nuestros días es el libro de Didache(*) . El
Didache da instrucción práctica para la vida cristiana y el principio de dar
las primeras frutas o diezmo se menciona como una responsabilidad básica para
todo cristiano.
Un segundo argumento que se da para evitar el
diezmo es que "no puede pagarlo". Lo que realmente significa esa
declaración es que no pueden pagar su diezmo, pero si pueden pagar todos los
otros gastos en los que han incurrido. Una vez más, en sus mentes el diezmo lo
último en su presupuesto. Su dar a Dios está en el fondo de su lista de
prioridades. Es un argumento débil ante Dios.
Hay muchas más excusas que la gente da para
evitar esta responsabilidad, pero el Nuevo Testamento nos dice: "Que el
ladrón ya no robe" (Efesios 2: 28a). Si hemos sido culpables de robar a
Dios en el pasado, reteniendo nuestro diezmo de Dios, ese comportamiento debe
cesar inmediatamente y dar paso a una resolución para comenzar el diezmo a la
vez, no importa lo que cueste.
Es un fenómeno interesante en la vida de la
iglesia, que las personas que en 1960 dieron un dólar cada semana, todavía dan
ese mismo dólar hoy. Todo lo demás en sus costos de vida se ha ajustado a la
inflación, excepto su donación. También tenemos que recordar que, si damos
regalos a Dios, no podemos llamarlos diezmos si estos son por debajo del nivel
del diez por ciento.
Una de las tristes realidades del fracaso de
diezmar es que, al hacerlo, no sólo somos culpables de robar a Dios, sino que
también nos privamos de la alegría de dar y de las bendiciones que se derivan
de ella.
He conocido verdaderos diezmadores de los que
no escuchado un sentido de juicio hacia aquellos que no dan, sino más bien un
sentido de compasión hacia ellos. Eso refleja en esos verdaderos diezmadores su
paz con Dios. ¿Tienes tu esa paz?
Frecuentemente, escucho: "Es que no me
alcanza, perdone". Esto es una mentira que no puedas dar a Dios. Esa
declaración se ha convertido en un cliché porque no es tan cierto. Vasta
revisar sus gastos superfluos de una semana.
En el texto de Malaquías, encontramos algo
extraordinariamente raro que viene de los labios de Dios. Aquí Dios desafía a
Su pueblo a ponerlo a prueba.
"Traed todos los diezmos al alfolí y haya
alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde" Malaquías 3:10 NVI.
Te quejas del trabajo, de que el dinero no te
alcanza, etc. etc. etc., pero… ¿Has puesto a Dios a prueba? ¿Lo has probado
para ver si no abrirá el cielo mismo y vaciará sus tesoros sobre ti?
Necesitamos
dejar de robarle a Dios y así recibir de Él la bendición que promete.
(*) La Enseñanza
de los doce apóstoles? o Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los
doce apóstoles, conocida comúnmente como Didaché, es una obra de la literatura
cristiana primitiva que pudo ser compuesta en la segunda mitad del siglo I,
acaso antes de la destrucción del Templo de Jerusalén (70 d. C.), por uno
o varios autores, los «didaquistas»,a partir de materiales literarios judíos y
cristianos preexistentes. Desde que fuera encontrada en 1873 y publicada en
1883, la Didaché ha sido fuente inagotable de estudios.
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