“La corona del anciano son sus nietos; el
orgullo de los hijos son sus padres.” Proverbios 17:6 NVI; Mi nieta Anabella
nació el domingo 14 de enero de este año 2018 y me convirtió en abuelo por
segunda vez. Toda mi gratitud para nuestro maravilloso Señor por ello.
Cuando la vi minutos después de nacida el texto
inicial de Proverbios me resultó entonces completamente verdadero, me pareció
tan pequeña y tan hermosa que provocó en mí una explosión de gozo e hizo radiar
el rostro de mi esposa. ¡Cuántas emociones, cuanta felicidad!
Su nueva, indefensa e inocente existencia, es
sin duda para nosotros sus abuelos una “corona de gloria”.
La llegada de un nieto es un momento decisivo
en la trayectoria vital de las personas; no nos modifica la vida, como lo hace
el nacimiento de un hijo, pero introduce cambios en las relaciones familiares.
Convertirse en abuelo es una inmensa alegría.
Es una inyección de vida. Una nueva fuente de afecto que llega cuando los hijos
ya han partido del nido. Ser abuelo significa recuperar y compartir la ilusión
de volver a estar con niños pequeños. Los nietos nos contagian la alegría
infantil y su llegada no implica los cambios que introdujeron en nuestras vidas
los hijos; el nieto es algo más lejano. No es una decisión personal como lo fue
el hijo, con el que el vínculo es más directo y cuyo nacimiento supone un
cambio radical en la trayectoria vital de las personas: los hijos nos hacen
madurar… envejecer y los nietos rejuvenecer, porque con ellos volvemos a hacer
cosas que ya hicimos como padres.
Los nietos no sólo rejuvenecen a los abuelos,
sino que, además, los acercan a sus hijos, con los que se establecen unas
relaciones mucho más simétricas, porque el abuelo deja de ser quien manda en la
familia. Se trata ya de unas relaciones de igual a igual, que comienzan a
gestarse en el mismo momento en que los hijos abandonan el hogar paterno:
cuando se casan y se van de casa, las relaciones de los hijos con sus padres
suelen mejorar significativamente. El hijo se hace menos combativo y las
asperezas desaparecen a medida que empieza a tomar conciencia de los
sacrificios que sus padres han hecho por él. Cuando nace el nieto, los abuelos
consideran ya definitivamente a su hijo como un adulto y le tratan como a un
igual.
Cuando la relación del abuelo con su hijo es la
de apoyo y complemento en la crianza del pequeño, el éxito suele estar
asegurado. Porque la función socializadora de los abuelos en la formación de
una persona es fundamental. Son transmisores de conocimientos y valores, un
modelo de envejecimiento, mediadores entre padres e hijos, un nexo con el
pasado y con la historia familiar. Las relaciones del abuelo con su nieto poco
o nada tienen que ver con las que estableció con su hijo. Hay elementos que
desaparecen, como la responsabilidad y el estrés que de ella se deriva. Y otros
que emergen de forma paulatina, tales como la comprensión, la paciencia, la
experiencia; la ausencia de unos y la aparición de otros permiten disfrutar de
los nietos más de lo que en su día se disfrutó con los hijos. Entre ellos y los
nietos se establece una relación de especial empatía, derivada del hecho de
que, entre otras cosas, tienen más tiempo para dedicárselo a los pequeños y
éstos les suponen menos carga. Se trata de unas relaciones sin prisas, volcadas
en el placer mutuo, más simétricas, que permiten al abuelo ayudar a criar al
nieto.
A los nietos no se les quiere más o menos que a
los hijos: sencillamente se les quiere, de forma distinta por una mera cuestión
evolutiva. Representan una segunda oportunidad. La llegada del nieto brinda una
ocasión para revisar y restablecer las relaciones paterno-filiales.
Lo que está claro es que los nietos son una
inyección de vida. Dan nuevas energías y hacen olvidar achaques cuando los
abuelos llegan a esa edad en situaciones precarias de salud, de soledad o
depresión. Pero también pueden dar lugar a situaciones de conflicto.
Estas situaciones acarrean, un riesgo añadido
que puede afectar a las relaciones de nietos-abuelos. El hijo debe guardar
siempre honra a sus padres para que sus vástagos desarrollen ese amor filial
tan hermoso cuando lleguen a ser abuelos.
El hecho en sí de ser abuelo no representa
conflictos mayores. La sensación repentina de envejecimiento, que lleva a
algunas personas hasta prohibir que se les llame abuelo, es un problema menor y
pasajero, que queda suplida casi inmediatamente por la ilusión compartida con
los hijos.
La Biblia registra la historia de Timoteo,
quien a falta de un padre cristiano fue educado por su madre y por su abuela.
¿Qué le transmitieron ambas?
La palabra dice: “Traigo a la memoria tu fe
sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida y a tu madre Eunice, y ahora
te anima a ti. De eso estoy convencido” 2 Timoteo 1:5 NVI
La educación en la fe, será pues la primera
tarea de los padres. El desarrollo de una personalidad equilibrada y piadosa
necesitará también del auxilio de sus abuelos y parientes.
Ya en el antiguo Israel, el Señor les mandó por
medio de Moisés: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para
que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu
corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a
los hijos de tus hijos.” Deuteronomio 4:9
Dar cariño y ofrecer regalos es importante;
pero los buenos consejos, una influencia espiritual positiva, un ejemplo de fe
y virtud, le serán más útiles a nuestros nietos.
Esta niñita recién nacida, Anabella, no es solo
un bebé más, es un alma por la cual Cristo murió, como cualquier otro que llega
al mundo. Y por ello tiene el derecho de que la conduzcamos a su Salvador.
Un día mi esposa Silvia y yo ya no estaremos,
pero perdurarán los consejos, las palabras y en nuestro espíritu que es de Dios
y regresara a Dios, estoy seguro perduraran las palabras siguientes:
“Anabella a igual que a
tu hermano Javier, la pureza de sus almas, debe darnos la fortaleza como
abuelos para enseñarles la senda que Dios trazó para cada uno de ustedes y
poder hacer de sus vidas una obra casi perfecta como el más audaz escultor. Tallar,
esculpir en esos corazones vírgenes, uno a uno los ingredientes de sus almas y
desplegar el abanico de colores que formaran uno a uno los momentos de sus
vidas con pinceladas de bondad, humildad, sabiduría, esperanza, amor,
perseverancia y paciencia en los momentos más difíciles, sonrisas, mucha
alegría por vivir y ser feliz, amoldando así tu vida para gozo de Dios. Se que
para cuando sean ya grandes, esta alegría de ser abuelos, ustedes se las darán
a sus padres, como recompensa con la voluntad que Dios dejó en sus manos y sientan
ellos entonces la satisfacción de haber formado la mejor obra que será el
espejo en el cual se reflejen sus hijos y nietos por venir”
Amados lectores ser abuelos por segunda vez es
sin igual, hay más maduración y se entiende mejor esa trascendencia de vida que
Jesús nos dejo para que a su momento la entendamos, practiquemos y atesoremos
no hay duda “cada nieto es una nueva corona”, si usted ya goza de ello pido a
Dios por las bendiciones de todos los nietos y se lo pido con el mismo fervor,
temor y respeto, como se lo he pedido para mis nietos Javier e Isabella.
Se que esto empieza y espero poder, antes de
estar en la presencia de mi Dios, el ver más nietos.
Padre
santo bendito seas.
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