La Iglesia Y El Hábito De La Lectura Parte 1


Hechos 17:11 “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.

Para escudriñar constantemente hay que desarrollar un hábito y nadie escudriña la escritura si no tiene el hábito de la lectura. Habito proviene del latín “habitus”, que significa: Adquirir, adoptar, coger, tomar, tener. Se define también como la particularidad del comportamiento de una persona, que consiste en repetir una misma acción, o en hacer cierta cosa de la misma manera.

La lectura es un hábito y como tal es necesario formarlo aprovechando cada oportunidad que tengamos para practicarlo, por ejemplo hoy día, la cantidad de información que encontramos en medios impresos y en la Web es sorprendente, pero desafortunadamente no tenemos el hábito de la lectura, aquella costumbre en que lees y no porque necesitas saber el significado de algo o porque te es impuesto investigar sobre determinado tema, sino cuando lees por placer, porque es tu medio para escaparte por un momento de la realidad y emprender un viaje hacia otras épocas, hacia otros mundos, en donde te encuentres en el medio de una historia intrigante y apasionada, donde se ven envueltos todos tus sentidos y es que la lectura es uno de los comportamientos intelectuales más complejos al que puede llegar el ser humano.

Desde su aparición el ser humano ha tenido la necesidad de comunicarse con sus semejantes a través de diversas formas de expresión, (pinturas, señales, lenguaje, escritura, etc.); con el transcurso del tiempo el proceso de comunicación se ha ido perfeccionando para una mayor interacción y comodidad, estos avances los podemos constatar con la existencia y el uso de los medios de comunicación como la radio, la televisión, el Internet, etc.

Actualmente nuestra sociedad esté siendo impactada por la globalización y está sufriendo cambios en el aspecto económico, político, social, cultural, sin dejar de lado el aspecto educativo. La globalización es un concepto que pretende describir la realidad inmediata como una sociedad planetaria, más allá de fronteras, barreras arancelarias, diferencias étnicas, credos religiosos, ideologías políticas y condiciones socio-económicas o culturales. Surge como consecuencia de la internacionalización cada vez más acentuada de los procesos económicos, en los conflictos sociales y en los fenómenos político-culturales.

La globalización ofrece ventajas y desventajas, no todas las personas son beneficiadas o perjudicadas, simplemente este fenómeno puede impulsar o retener el desarrollo. Las condiciones están dadas, lo único que queda es el proceso de actualización constante, así pues, la escuela pública, la iglesia, debe “adaptarse” al fenómeno de la globalización, es decir buscar las estrategias necesarias para adecuarse a las transformaciones sociales y culturales, por lo tanto, nos vemos obligados a cambiar, actualizarnos y mantenernos informados cada día más para desenvolvernos en una sociedad que se encuentra en cambios constantes.

Recordemos que la escuela y la iglesia tienen años reproduciendo una educación tradicional, pero hoy se topa con juicios que cuestionan su proceder, con nuevas corrientes psico-sociales y pedagógicas que tratan de hacerla más dinámica, insertando cambios y avances tecnológicos que día a día se van incorporando a la práctica, en fin, se enfrentan con una lista interminable de nuevos factores.

La forma de enseñar de los profesores, pastores y líderes de escuelas dominicales o bíblicas, deben estar apegada a las exigencias reales de la sociedad, de integrar en sus acciones los elementos que le permitan actualizar el conocimiento de acuerdo al contexto en el que se encuentren para dar más atractivo a sus clases, que generen más interés y sobre todo que intente hacer de la educación convencional una educación sistémica, recordemos que todo proceso educativo busca que el educando desarrolle su personalidad libremente, por tal motivo se empeña en la transmisión de conocimientos, valores, actitudes y aptitudes que contribuyan a la transformación de cada persona a ser cada vez mejor.

El saber leer y el saber escribir es una de las metas fundamentales de la enseñanza escolar y debe serlo de las iglesias, considerándolas como habilidades prioritarias para dominar, dado que son la base del aprendizaje y la puesta en marcha de la cultura. Sin embargo, la enseñanza de la lectura y de la redacción ha sido la manera más eficaz para disgustar a los educandos y, en consecuencia, se alejan de la lectura.

Saber leer no es sólo poder decodificar un conjunto de grafías y pronunciarlas de manera correcta, sino que fundamentalmente, se trata de comprender aquello que se lee, es decir, ser capaz de reconstruir el significado global de un texto; esto implica identificar la idea principal que quiere comunicarnos el autor, el propósito que lo lleva a desarrollar dicho texto, la estructura que emplea, etc.; en resumen, podemos decir que implica una acción intelectual de alto grado de complejidad en la que él que lee elabora un significado del texto que contempla, el mismo que le dio el autor.

La lectura es una actividad múltiple. Cuando leemos, y comprendemos lo que leemos, nuestro sistema cognitivo identifica las letras, realiza una transformación de letras en sonidos, construye una representación fonológica de las palabras, accede a los múltiples significados de ésta, selecciona un significado apropiado al contexto, asigna un valor sintáctico a cada palabra, construye el significado de la frase para elaborar el sentido global del texto y realiza inferencias basadas en el conocimiento del mundo. La mayoría de estos procesos ocurren sin que el lector sea consciente de ellos; éstos son muy veloces, pues la comprensión del texto tiene lugar casi al mismo tiempo que el lector desplaza su vista sobre las palabras.

Esta multiplicidad de procesos que se dan de manera simultánea no se desarrolla de forma espontánea y unívoca, sino que se van adquiriendo y construyendo, la mayoría de las veces, sin instrucción intencional.

Ante esta problemática resulta vital promover el hábito de la lectura, aun en la iglesia.

¿VERDAD que todos nos miramos con frecuencia al espejo? La mayoría lo hacemos al menos una vez al día, y algunos puede que más. La razón es que a todos nos importa cómo nos vemos.

De igual forma, leer la Biblia es como mirarse en un espejo (Santiago 1:23…25). Su mensaje inspirado por Dios nos permite ver nuestra verdadera personalidad. Como dice Hebreos 4:12, NVI “…Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón”; es decir, nos ayuda a distinguir entre lo que parece que somos y lo que realmente somos. Y al igual que un espejo, nos muestra qué cambios debemos hacer.

En mis años de estar sirviendo al Señor, he visto en varias oportunidades como Dios habla en esa su forma tan peculiar de comunicarse con nosotros y una de esas peculiaridades es haber visto a varios hermanos que solos aprendieron a leer en su Biblia, indudablemente que su mentor fue el Espíritu Santo.  

Muchos dicen ¡milagro! Y se quedan ahí, pero ¿Qué querría Dios con ello? ¿y si yo ya se leer para que querría que me enterara de primera mano?  

Indudablemente que Dios nos esta hablando y nos dice: “iglesias preocúpense porque sus feligresías lean”.  

CONTINUA PROXIMA SEMANA

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