Pero la Palabra de Dios no se limita a
indicarnos los aspectos que debemos mejorar; también nos enseña la manera de
lograrlo. Pablo explicó que la Biblia cumple diversas funciones: “Toda
Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para
rectificar las cosas, para disciplinar en justicia” (2 Timoteo 3:16…17).
Es interesante notar que, de las cuatro
funciones aquí mencionadas, tres (censurar, rectificar las cosas y disciplinar)
conllevan cambios de actitud y conducta. Si nuestro exterior nos importa tanto
que todos los días nos miramos en el espejo, ¿no debería importarnos más saber
cómo somos en nuestro interior? Pues la única forma de averiguarlo es leyendo
la Biblia a diario.
Pero muchos cristianos, por no decir la
mayoría, padece de un mal habito de lectura y aun mas triste es que las
iglesias no lo fomentemos. Recordemos qué fue lo que Jehová Dios le dijo a
Josué cuando le confió la dirección de Israel: “Nunca se apartará
de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él,
para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque
entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.” (Josué 1:8).
Para tener éxito en su labor, Josué tenía que leer la Palabra de Dios “día y
noche”, esto es, de forma regular.
Ni modo, hay que concluir que Josué, como lo
deben de ser todos los líderes, tenía un buen hábito de lectura, leía de día y
de noche, ¿Qué cómo lo sé? Porque le fue bien.
El Salmo 1 también destaca los
beneficios de la lectura diaria de la Biblia. Allí dice: “Bienaventurado
el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni
en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su
delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a
corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.” (Salmo 1:1…3). Obviamente, todos queremos que nos vaya tan bien como al hombre que aquí se describe.
Y todo lo que hace, prosperará.” (Salmo 1:1…3). Obviamente, todos queremos que nos vaya tan bien como al hombre que aquí se describe.
De ahí que muchas personas tengan hábito de
leer la Biblia todos los días.
Cuando se le preguntó a cierto cristiano ¿por
qué lees la Biblia todos los días?, dijo: “Si oro a Dios varias veces al día y
espero que me escuche, ¿no debería yo también escucharlo a Él leyendo su
Palabra a diario? Un buen amigo no habla todo el tiempo, también escucha”.
En efecto, leer la Biblia es como escuchar a
Dios diciéndonos lo que piensa sobre diversos temas.
Se que alguien se preguntara ¿Cómo lograrlo?
Quizás ya haya intentado antes seguir un
programa de lectura de la Biblia, de esos que aparecen en muchas Biblias. Sin
duda, leerla de principio a fin es una buena forma de profundizar sus
conocimientos bíblicos. No obstante, hay quienes han empezado a hacerlo en
numerosas ocasiones, pero no han conseguido terminarla por una razón u otra.
¿Le ha pasado a usted lo mismo?
A continuación, dos sugerencias que pueden
ayudarle a alcanzar la meta de leer la Biblia entera:
1.
Fije
un horario específico. Piense en qué momento del día podría leer la Biblia, y
apártelo para ese fin. Pero por si algo le impide hacerlo en ese momento, tenga
preparada también una segunda opción. De este modo será más difícil que pase un
día sin que haya leído la Palabra de Dios. Así imitará a ciertos ciudadanos de
la antigua Berea, de quienes se dijo que “…recibieron la
palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si
estas cosas eran así” (Hechos 17:11).
2.
Tenga
un objetivo claro. Por ejemplo, si quiere leer la Biblia entera en solo un año,
tendrá que leer entre tres y cinco capítulos al día. Podrían ser muchos y no se
asimilarían, pues al leer la Biblia debemos ubicarnos en su contexto que por lo
general nos lleva a otros libros ya sean históricos, sociológicos, etc., Por lo
que le recomendaría leerla por su parte que le parezca mas amena a Usted e ir,
eso si, diariamente avanzando, no se ponga tiempo de finalizar tan solo lea.
La Palabra de Dios puede leerse multitud de
veces, y siempre descubriremos detalles nuevos que afecten nuestra vida, cosas
que nunca antes habíamos notado.
¿Sabe por qué? Porque como lo dijimos en la
parte uno de este estudio o sea al inicio, “la escena de este mundo está
cambiando” y, como resultado, nuestras circunstancias varían constantemente (1
Corintios 7:31). Por lo tanto, resuélvase a mirarse todos los días en el espejo
de la Palabra de Dios, la Biblia. Así escuchará a diario lo que Jehová le quiere
decir (Salmo 16:8).
Por otra parte, en el proceso de lectura, se
distinguen claramente dos claves para regular la comprensión lectora: el
conocimiento de la finalidad de la lectura (para qué se lee) y la
autorregulación de la actividad mental para lograr ese objetivo (cómo se debe
leer), la cual requiere controlar la actividad mental de una forma determinada
y hacia una meta concreta.
Ambos aspectos están íntimamente relacionados:
el modo como se lee y se regula la actividad mental mientras se lee, está
determinado por la finalidad que se busca al leer. No leemos un texto de la
misma forma para pasar el tiempo que para explicar el contenido en una clase;
ni se hace el mismo ejercicio mental si se lee para identificar y diferenciar
las ideas principales de las secundarias, para buscar el mejor título de un
texto, para deducir conclusiones o para hacer un juicio crítico del contenido
del mismo.
El tipo específico de operaciones mentales que
emplea un buen lector depende en gran medida de la estructura del texto, ya que
estos pueden ser narrativos, expositivos o científicos; cuando un lector se
considera hábil es porque se siente capaz de identificar los señaladores que le
indican ante qué tipo de texto está, y en ese momento actualizar los esquemas
establecidos; por ejemplo, ante un cuento o novela el lector espera personajes,
una introducción al tema, un clímax y un desenlace, y de esta forma actualiza
sus esquemas mentales que van a identificarlos o a buscarlos.
Es importante mencionar que en las actividades
cotidianas de enseñanza-aprendizaje existen algunos problemas que repercuten en
dicho proceso, siendo los más comunes, la mala ortografía, el manejo de escaso
vocabulario, la incorrecta reflexión de textos o la interpretación errónea de
la información que se comunica y el poco conocimiento general, por lo que es
necesario detenerse minuciosamente en los contenidos en donde hay que leer
textos, pues, de lo contrario no habría una comprensión adecuada o un
aprendizaje significativo. (Reorientar espacios, tiempos y estrategias
adecuadas).
De todas formas y ya para concluir un ultimo
consejo, sea cual sea la forma que desarrolles para la lectura, ármate con un
buen diccionario, el enemigo te dirá que es para burros y tu dile: ¡So diablo,
burro tú, que nunca supiste para que Dios creo los diccionarios!
Dios te bendiga y acompañe en tus lecturas.
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