La enseñanza sobre que el hombre es cabeza de
la mujer, a menudo es usada como un arma en contra de la mujer y así abusar de
ella. Este abuso debe ser confrontado.
Recibí una misiva en la que una señora, me
explica que su esposo cristiano enfadado, demanda su absoluta sumisión. Esto
incluía, control económico de sus ingresos entre otras cosas y que participara
en prácticas de conductas que la hacían sentir incómoda y sucia.
Esta señora no está exigiendo sus derechos o
tratando de ser irrespetuosa, Ella solo quiere estar bien en su matrimonio y
complacer al Señor. Pero ha sido golpeada emocionalmente y está recibiendo muy
poca ayuda de su pastor, quien tampoco está dispuesto o preparado para confrontar
este abuso; lo deduzco por la recomendación que dio a la mujer de que debe
someterse a este trato porque su esposo es la cabeza. En algunas partes algunos
pastores creen que es aceptable golpear a sus esposas si protestan argumentando
una forma de irrespeto. Y en algunas iglesias conservadoras, a las mujeres se
les dice que la obediencia a Dios es medida por su sumisión, incluso si sus
esposos son adictos al alcohol, droga, pornografía o si están involucrados en
relaciones adúlteras.
Esta distorsión de la enseñanza bíblica ha
sumido a incontables mujeres en la depresión y trauma emocional, a otras, a
llevar una vida infeliz en el más completo silencio. No estoy seguro de lo que
es peor: las palabras o golpes duros que ellas reciben de sus esposos o la
manera perversa en que la Biblia se enarbola para justificar el abuso
doméstico.
A continuación, tres verdades que debemos
descubrir a fin de resolver este problema:
1. El
matrimonio no es una escala de mando. El pensamiento de los tradicionalistas asume
que un matrimonio cristiano es definido como un esposo dominante que toma todas
las decisiones de la familia mientras que la esposa, con gracia obedece, sin
contribuir. Pero muy contrario a ello, la Escritura realmente retrata el
matrimonio como un compañerismo amoroso y si no basta leer 1 Pedro 3:7: “De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida
conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más
delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará
las oraciones de ustedes”. Pablo enseñó que, en el ámbito de la
sexualidad, los esposos y esposas comparten igual autoridad el uno sobre el
cuerpo del otro, lea 1 Corintios 7:4. en otras palabras, la sumisión en esta
que es la parte más íntima de un pacto matrimonial, es mutua; esta misma
reciprocidad es la clave para cualquier matrimonio feliz; que fomenta el
respeto, comunicación y un vínculo duradero.
2. Ser
cabeza no da permiso para dominar. Los tradicionalistas también citan Efesios
5:23 para recordar a las esposas que sus maridos son su “cabeza” y creen que
este término requiere algún tipo de control dictatorial en el matrimonio. Sin
embargo, la palabra griega que se usa en este pasaje, kephale, no tiene relación
alguna con la autoridad bruta y abusiva de una mano dura y no puede ni debe de ser
usada para reforzar la dominación masculina. Tampoco conlleva o implica
superioridad del hombre. Esta palabra puede significar “fuente”, como la fuente
de un río o “tipificar al que lidera a la batalla”, como un protector, defensor.
Ninguna definición original de esta palabra implica o da espacio para el abuso.
El ser cabeza, en su esencia, no es acerca o relaciona quién es el jefe. En
lugar de eso, se refiere al relato de Eva en Génesis, siendo tomada del costado
de Adán. El esposo es la “fuente” de la esposa, pues ella se origina de él y
está íntimamente conectada a él en una unión íntima y espiritual, que es
diferente a cualquier otra relación humana.
3. Los
hombres que abusan de sus esposas están fuera de la común unión con Dios. 1 Pedro 3:7 es claro:
“…tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer
es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada
estorbará las oraciones de ustedes” El abuso de la esposa no es un
pecado trivial. Cualquier hombre que increpa a su mujer, la trata como inferior
o incurre en comportamiento abusivo incluyendo controlar, golpear, patear,
violar, maldecir, o amenazar con castigos, pondrá en peligro su comunión con el
Señor. Se sentirá frustrado y culpable, hasta que se arrepienta.
Y de igual forma, creo que los pastores que en
silencio apoyan a los esposos abusivos, negándose a confrontar el
comportamiento o diciéndoles a las mujeres que se sometan al abuso, participan
en este pecado y podrían encontrar sus propias oraciones obstaculizadas.
Los verdaderos matrimonios cristianos, de
acuerdo al apóstol Pablo, implican a un tierno, corazón de siervo y generoso
esposo, que:
1 ama a su esposo “como
Cristo amó a la iglesia”;
2 la ama como a su
propio cuerpo; y
3 la ama como a sí mismo
Le recomiendo leer Efesios 5:25, 28 y 33.
Permanece junto a su esposa en fidelidad y
ella, con gozo, conlleva al respeto a su marido, pues en él se puede confiar. Y
hasta entonces, los dos se hacen uno.
Existe en la sabiduría mundana, un refrán que
cita así: “gallina que come huevo, aunque le quemen el pico”, en verdad nunca le
entendí del todo bien, por qué este dicho se asocia mucho más al hombre que a
la mujer, pero creo que la gran mayoría sabe que cuando alguien menciona esta
frase, al toque la captas que están hablando de alguien infiel, que tiene una
trampa, que le encanta jugar a las dos canchas, pero cuando esto sucede entonces
es bueno considerar la aplicación del otro refrán: “gallina que se come los
huevos va para la olla”.
Intentamos no hacerlo, pero cuando vemos
algunos casos de asesinatos de mujeres
a manos de sus parejas o ex
parejas, a veces es inevitable el preguntarse por qué no paró esos golpes, por
qué no acudió en busca de ayuda, por
qué no denunció.
Preguntas fáciles cuando a quien se le cuestionan es una persona que se
encuentra bien, que no tiene excesivos problemas, que se siente querida por los
suyos. Pero de las más difíciles de contestar si a quien se le inquiere es a
una mujer maltratada, dominada,
atemorizada y cuya autoestima está literalmente en el suelo. En la mayoría de
los casos, la respuesta siempre es la misma, el miedo. Pero, aun así, debe de
ser expuesto a la luz.
El abuso y la violencia se alimentan en la
oscuridad. Admitir que existe el abuso es exponer a la luz el pecado. Los
cristianos, lideres y/o ovejas, hemos estado demasiado dispuestos a permitir
que los pecados secretos existan, pareciera que hasta hemos sido cómplices para
mantenerlos en la oscuridad. Pero la sanidad se encuentra al exponer los
pecados a la luz.
Si vamos a mantener este estándar de oro,
debemos confrontar el abuso, apoyar a sus víctimas y proveer la mano firme y el
consejo necesario para sanar las relaciones conflictivas. No tenemos derecho de
decirles a las mujeres que se pongan ellas o sus hijos, en peligro.
La violencia tiene su origen en el peor enemigo
de Dios y del hombre, el Diablo. Cristo mismo llamó asesino al Diablo (Juan
8:44). Y 1 Juan 5:19 dice que “el mundo entero está bajo el poder del maligno”.
Eso explica por qué a tanta gente le fascina la violencia. Si queremos ganarnos
la aprobación de Dios, tenemos que aprender a odiar la violencia
Hasta Cuando… Eso Mujer Tu Lo Decides
Denuncia la violencia, busca ayuda de
profesionales y líderes honestos, pero sobre todo habla, habla y habla, el
silencio puede llevarte a la tumba.
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