Escribimos hoy acerca de las personas ancianas, de los aportes que
pueden hacer gracias a la experiencia de vida que han adquirido a través de los
años.
Platiquemos de dos ancianos, que fueron conocidos por tener un entendimiento
muy especial de Dios y Su voluntad para la humanidad. Vivieron en el tiempo
cuando Jesús nació e Israel estaba conquistado por el Imperio Romano. Había
soldados por todos lados y los romanos habían puesto a sus gobernantes sobre
los pueblos conquistados a quienes cobraban muchos impuestos para mantener el
imperio. Algunas personas decidieron vivir como los romanos y estar de su lado.
Pero otros decidieron que debían orar a Dios para que les enviara el Mesías
para que los libertara del yugo de los romanos.
Hombres y mujeres creyentes esperaban y oraban por el Salvador; entre
ellos y según el relato de Lucas 2:25…40, había en Jerusalén un anciano llamado
Simeón. Era buen hombre que respetaba a Dios y sus leyes. Esperaba con ansias
ver cómo Dios salvaría a su pueblo. El Espíritu de Dios le había mostrado que
no moriría hasta ver cumplida la promesa del Mesías del Señor.
Un día el Espíritu Santo impulsó a Simeón para que fuera al templo, se
encontró con un joven matrimonio que habían llevado a su bebé para dedicarlo a
Dios, según la ceremonia que exigía la ley. Simeón tomó en brazos al bebé y
bendijo a Dios diciendo: “Ahora Señor, despide a tu siervo en paz conforme a tu
palabra; porque mis ojos han visto tu salvación; que has preparado en presencia
de todos los pueblos; Luz para mostrar tu voluntad a las naciones gentiles; y
traer gloria a tu pueblo Israel.”
Imaginemos en lo sucedido allí en el templo. ¿De qué bebé se trataba?
Era alguien muy especial… era Jesús, traído por María y José para ser dedicado
al servicio de Dios. Ellos ya sabían que Él tendría una tarea sin igual para
realizar. La Biblia nos dice que Simeón expresó una bendición sobre la familia
y luego dijo a María que Jesús fue elegido por Dios para traer salvación a
muchas personas, pero que otros lo rechazarían y que eso traería mucho dolor a
su corazón de madre. Esto fue una profecía que el Espíritu Santo de Dios le dio
y que se cumplió cuando Jesús murió en la Cruz. Jesús dio Su vida para
salvarnos de nuestros pecados.
Dijimos que hablaríamos acerca de dos ancianos. Ya hablamos de uno y ahora
hablaremos de una anciana que también su historia está en la Biblia.
En aquel momento en el Templo, también estaba una anciana de nombre
Ana. Era de edad avanzada, pues había vivido con su marido después de casados
tan sólo 7 años y había quedado como viuda hasta 84 años. Pasaba todo su tiempo
en el templo, noche y día adorando al Señor, sirviéndole con ayunos y
oraciones. Justo cuando estaba Simeón hablando, ella llegó al templo y hablaba del
niño a todos, ella no podía parar de hablar de ese niño a todos los que llegaban.
María y José estaban maravillados por lo que Simeón y Ana habían dicho. Iban
pensando en estas palabras tan especiales mientras retornaban a su ciudad
natal, Nazaret en Galilea. El niño crecía y se fortalecía y se llenaba de
sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.” … Hasta aquí este relato de la
Palabra de Dios.
Este relato nos habla en realidad acerca de cómo Dios estuvo
preparando a Su pueblo para que reconociera quién era Jesús, Dios había
prometido buscar a su pueblo para que se volvieran a Él. Jesús sería el único
que podría salvarlos, no de los romanos, sino de sus pecados.
Este es un hermoso relato acerca de dos ancianos muy especiales.
Imaginemos a Simeón, orando y esperando, día tras día por el prometido; ¿Será
que se sentiría viejo y cansado? Puede
ser que sí, porque luego que vio al niño Jesús él pidió a Dios que le
permitiera morir en paz.
Veamos ahora a Ana, la viuda desde hacía tantos años. Toda su vida la
usó para orar y adorar a Dios. Estas dos personas fueron muy dedicadas y
consagradas a Dios. Esperaban cada día que Dios cumpliera Su promesa. Realmente
fueron muy fieles a Dios porque ellos creyeron que Dios era fiel con ellos.
Pregunto: ¿Eres fiel de esa manera a Dios, a pesar que puedas ser anciana?
Estos dos ancianos no eran religiosos por tradición, sino que
esperaban que Dios hiciera algo nuevo. Siempre tenemos que estar abiertos a lo
que Dios quiera hacer con nosotros y estar dispuestas a aprender, no importa la
edad que tenemos. Siempre hay algo más para descubrir si buscamos a Dios y
leemos Su Palabra.
A veces llega el tiempo en que la edad la usan como pretexto para no
poder seguir trabajando o se nos pide que nos retiremos. Eso puede hacer que la
persona se sienta inútil. Sin embargo, hay muchas maneras que un anciano
retirado puede ayudar a su familia o a la comunidad. Ana y Simeón, nos da la
impresión que habían sido parte de un grupo de personas que estaban esperando
la Salvación de Dios e inmediatamente comenzaron a divulgar la noticia del
nacimiento de Jesús.
Las personas ancianas pueden ser muy sabias, y compartir su fe y su
conocimiento con otros más jóvenes. Si eres una persona anciana, asegúrate que
lo que compartes sea positivo y útil, y si eres joven presta atención a lo que
quiere decirte un anciano o anciana por si pudieras aprender algo.
Tal vez tienes problemas de salud o te sientes muy débil y lo único
que puedes hacer es permanecer sentada en una silla todo el día. ¿Te sientes
mal que otros deban atenderte? No debes sentirte mal, en la vida de casi cada
persona habrá momentos de tener que cuidar a otros y tiempos en que otros nos
cuiden y así debería ser. Pero, aún si no pudieras hacer nada más, tú podrías
orar. La oración es un trabajo muy importante y puedes servir a otros por medio
de la oración. No es fácil, por eso es necesario comenzar ya a practicar la
oración en nuestras vidas cada día, cada momento, de modo que orar llegue a ser
muy natural en cada uno de nosotros.
Nunca se es muy joven ni muy anciano para ser una mujer u hombre de
oración. ¿Y sabes qué? Nuestro mundo necesita mujeres y hombres de oración, hombres
y mujeres que den de su tiempo y de sus energías para interceder delante de
Dios por tanto sufrimiento, dolor y egoísmo. Decimos que orar es un trabajo
porque requiere entrega, voluntad, dedicación y renunciar a nuestras
comodidades por amor a otros.
Vimos el testimonio de Simeón y Ana, ambos eran fieles adoradores del
Señor. Cuando vieron que Dios había respondido a sus oraciones dijeron que
morirían en paz. Qué hermosa manera de llegar al final de sus vidas. Morir en
paz, qué mejor manera puede haber.
Cuando seguimos a Jesús, amamos la vida, amamos a quienes nos rodean…
pero mucho más amamos a Dios. Es hermoso ver a una persona anciana que está
contenta con la vida y anhelando ese día glorioso en que el Señor se la llevará
a las moradas celestiales donde el gozo será completo porque allí no habrá
tristezas ni dolor. ¡Qué maravilloso será!
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