Eclesiastés 8:9 “…hay veces que el hombre domina a otros para su propio mal.”
¿Quiénes eran los negreros?
Así eran conocidos los mercaderes y navegantes, en su mayoría europeos, dedicados al tráfico de esclavos negros. Los primeros negreros fueron portugueses, que desde el siglo XVI, con la introducción de esclavos en América, compartieron el negocio con italianos, alemanes, holandeses, ingleses y franceses. El comercio de la trata estuvo raras veces en manos de españoles, quienes no dispusieron de factorías africanas donde proveerse. Normalmente, la corona española concertaba un asiento con negreros de otros países para llevar esclavos a sus colonias. Había empresas organizadas, como la Real Compañía Africana de Londres, o negreros por cuenta propia, como el alemán Sayller.
En la actualidad en nuestras sociedades donde si bien es cierto ya no hay una esclavitud a la usanza de ese tiempo, el sentimiento explotador del hombre sobre el hombre persiste y así se les llama a esos patrones, muchos de ellos cristianos, que viven para explotar al empleado.
La Biblia dice que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9), y las opresivas formas de esclavitud que el hombre ha inventado quizá sean el mejor testimonio de este hecho. Sin embargo, Jehová no es indiferente al sufrimiento infligido por esta acción esclavista.
Veamos, por ejemplo, lo que les ocurrió a los israelitas. La Biblia nos informa que los egipcios “siguieron amargándoles la vida con dura esclavitud en trabajos de argamasa de barro y ladrillos y con toda forma de esclavitud en el campo, sí, toda forma de esclavitud suya en la cual los usaban como esclavos bajo tiranía”. Los israelitas “continuaron suspirando a causa de la esclavitud y clamando en son de queja, y su clamor por ayuda siguió subiendo al Dios verdadero”. ¿Fue insensible Jehová ante tal situación lastimosa? Al contrario, “Dios oyó su gemido, y se acordó Dios de su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob”. Además, dijo a su pueblo: “Ciertamente los sacaré de debajo de las cargas de los egipcios y los libraré de ser sus esclavos” (Éxodo 1:14; 2:23, 24; 6:6-8).
Es patente que Jehová no aprobaba que ‘el hombre dominara al hombre’ sometiéndolo a esclavitud opresiva. Pero ¿no autorizó Dios más tarde la esclavitud entre su pueblo? Sí, es cierto, pero era muy diferente de las tiránicas modalidades que han existido y persisten a lo largo de la historia.
La Ley de Dios establecía la pena de muerte para quien secuestrara y vendiera a un ser humano. Además, Jehová dictó normas que protegían a los esclavos. Por ejemplo, si un hombre lesionaba a su esclavo, debía ponerlo en libertad, pero si este moría por causa de una paliza, el dueño podía ser castigado con la muerte. En el caso de una prisionera, existía la opción de tomarla como esclava o como esposa, pero no debía ser convertida en mero objeto de placer sexual. De seguro, la esencia de la Ley impelió a los israelitas amantes de la justicia a tratar con respeto y bondad a los esclavos, como si fueran trabajadores asalariados (Éxodo 20:10; 21:12, 16, 26, 27; Levítico 22:10…11; Deuteronomio 21:10…14).
A fin de saldar sus deudas, había judíos que voluntariamente se hacían esclavos de algún compatriota, costumbre que impedía que la gente muriera de inanición y que, de hecho, permitió a muchas personas salir de la pobreza. Es más, en ocasiones especialmente señaladas del calendario judío, era obligatorio dejar en libertad a los esclavos que así lo desearan. (Éxodo 21:2; Levítico 25:10; Deuteronomio 15:12). En cuanto a estas leyes, el “esclavo era siempre considerado un ser humano, una persona con ciertos derechos naturales contra los que el amo no podía atentar sin quedar impune”. ¡Qué contraste tan marcado con los opresivos sistemas de esclavitud que manchan los anales de la historia!
Los cristianos y la esclavitud
¿Quiénes eran los negreros?
Así eran conocidos los mercaderes y navegantes, en su mayoría europeos, dedicados al tráfico de esclavos negros. Los primeros negreros fueron portugueses, que desde el siglo XVI, con la introducción de esclavos en América, compartieron el negocio con italianos, alemanes, holandeses, ingleses y franceses. El comercio de la trata estuvo raras veces en manos de españoles, quienes no dispusieron de factorías africanas donde proveerse. Normalmente, la corona española concertaba un asiento con negreros de otros países para llevar esclavos a sus colonias. Había empresas organizadas, como la Real Compañía Africana de Londres, o negreros por cuenta propia, como el alemán Sayller.
En la actualidad en nuestras sociedades donde si bien es cierto ya no hay una esclavitud a la usanza de ese tiempo, el sentimiento explotador del hombre sobre el hombre persiste y así se les llama a esos patrones, muchos de ellos cristianos, que viven para explotar al empleado.
La Biblia dice que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9), y las opresivas formas de esclavitud que el hombre ha inventado quizá sean el mejor testimonio de este hecho. Sin embargo, Jehová no es indiferente al sufrimiento infligido por esta acción esclavista.
Veamos, por ejemplo, lo que les ocurrió a los israelitas. La Biblia nos informa que los egipcios “siguieron amargándoles la vida con dura esclavitud en trabajos de argamasa de barro y ladrillos y con toda forma de esclavitud en el campo, sí, toda forma de esclavitud suya en la cual los usaban como esclavos bajo tiranía”. Los israelitas “continuaron suspirando a causa de la esclavitud y clamando en son de queja, y su clamor por ayuda siguió subiendo al Dios verdadero”. ¿Fue insensible Jehová ante tal situación lastimosa? Al contrario, “Dios oyó su gemido, y se acordó Dios de su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob”. Además, dijo a su pueblo: “Ciertamente los sacaré de debajo de las cargas de los egipcios y los libraré de ser sus esclavos” (Éxodo 1:14; 2:23, 24; 6:6-8).
Es patente que Jehová no aprobaba que ‘el hombre dominara al hombre’ sometiéndolo a esclavitud opresiva. Pero ¿no autorizó Dios más tarde la esclavitud entre su pueblo? Sí, es cierto, pero era muy diferente de las tiránicas modalidades que han existido y persisten a lo largo de la historia.
La Ley de Dios establecía la pena de muerte para quien secuestrara y vendiera a un ser humano. Además, Jehová dictó normas que protegían a los esclavos. Por ejemplo, si un hombre lesionaba a su esclavo, debía ponerlo en libertad, pero si este moría por causa de una paliza, el dueño podía ser castigado con la muerte. En el caso de una prisionera, existía la opción de tomarla como esclava o como esposa, pero no debía ser convertida en mero objeto de placer sexual. De seguro, la esencia de la Ley impelió a los israelitas amantes de la justicia a tratar con respeto y bondad a los esclavos, como si fueran trabajadores asalariados (Éxodo 20:10; 21:12, 16, 26, 27; Levítico 22:10…11; Deuteronomio 21:10…14).
A fin de saldar sus deudas, había judíos que voluntariamente se hacían esclavos de algún compatriota, costumbre que impedía que la gente muriera de inanición y que, de hecho, permitió a muchas personas salir de la pobreza. Es más, en ocasiones especialmente señaladas del calendario judío, era obligatorio dejar en libertad a los esclavos que así lo desearan. (Éxodo 21:2; Levítico 25:10; Deuteronomio 15:12). En cuanto a estas leyes, el “esclavo era siempre considerado un ser humano, una persona con ciertos derechos naturales contra los que el amo no podía atentar sin quedar impune”. ¡Qué contraste tan marcado con los opresivos sistemas de esclavitud que manchan los anales de la historia!
Los cristianos y la esclavitud
La esclavitud formaba parte de la economía del Imperio romano, gobierno bajo el cual vivían los cristianos del siglo primero. Por tanto, algunos seguidores de Cristo eran esclavos mientras que otros tenían esclavos (1 Corintios 7:21…22). ¿Significa eso que los discípulos de Jesús que poseían esclavos eran amos tiránicos? Desde luego que no. Podemos estar seguros de que, sin importar lo que la ley romana permitiera, los cristianos no maltratarían a quienes estuvieran bajo su autoridad. Incluso el apóstol Pablo animó a Filemón a tratar como “hermano” a su esclavo Onésimo, quien se había convertido al cristianismo. (Filemón 10…17.)
No hay en la Biblia ninguna indicación de que la esclavitud del hombre por el hombre fuera parte del propósito original de Dios para la humanidad, ni profecía bíblica alguna que aluda a seres humanos como amos de sus congéneres en el nuevo mundo de Dios. Más bien, en el Paraíso venidero, los justos “realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar” (Miqueas 4:4).
Queda patente que la Biblia no justifica ninguna forma de maltrato al semejante. Por el contrario, fomenta el respeto y la igualdad entre los hombres (Hechos 10:34…35). Exhorta a los seres humanos a tratar a los demás como les gustaría que los trataran a ellos (Lucas 6:31). Más que eso, la Palabra de Dios anima a los cristianos a ver humildemente al prójimo como superior, sin importar su posición social (Filipenses 2:3). Estos principios son totalmente incongruentes con las formas opresivas de esclavitud practicadas en muchas naciones, sobre todo en los últimos siglos, pero a pesar de ellos estos principios siguen como tales siendo la norma de referencia para el “autentico” cristiano.
La mejor inversión en la empresa: pagar bien a los empleados
No hay en la Biblia ninguna indicación de que la esclavitud del hombre por el hombre fuera parte del propósito original de Dios para la humanidad, ni profecía bíblica alguna que aluda a seres humanos como amos de sus congéneres en el nuevo mundo de Dios. Más bien, en el Paraíso venidero, los justos “realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar” (Miqueas 4:4).
Queda patente que la Biblia no justifica ninguna forma de maltrato al semejante. Por el contrario, fomenta el respeto y la igualdad entre los hombres (Hechos 10:34…35). Exhorta a los seres humanos a tratar a los demás como les gustaría que los trataran a ellos (Lucas 6:31). Más que eso, la Palabra de Dios anima a los cristianos a ver humildemente al prójimo como superior, sin importar su posición social (Filipenses 2:3). Estos principios son totalmente incongruentes con las formas opresivas de esclavitud practicadas en muchas naciones, sobre todo en los últimos siglos, pero a pesar de ellos estos principios siguen como tales siendo la norma de referencia para el “autentico” cristiano.
La mejor inversión en la empresa: pagar bien a los empleados
¿Por qué pagar bien a un empleado?
Hay que hablar claro, salvo casos excepcionales, ¿quién será más eficiente, el trabajador que cobra un sueldo paupérrimo, que trabaja horarios antojadizos y se siente en pocas palabras explotado o el que cobra un buen salario y goza de buenas prestaciones? La respuesta es evidente. Si como trabajadores no sentimos que nuestro trabajo es valorado, por mucho que me guste el oficio, nos vamos a esperar del empleado con la ley del mínimo que rinda con sus mejores esfuerzos.
El dinero, además de permitirnos vivir, es una forma de valorar lo que vale el tiempo de cada persona. Cuando una empresa paga una miseria está mandando un mensaje de desprecio a sus trabajadores. Está claro que una empresa no siempre podrá pagar mucho, pero lo realmente importante es hacer sentir en el trabajador que se le aprecia. Hay que dejar claro que ellos son la primera opción si hay que invertir en la empresa.
Cuando alguien se siente valorado crea un sentimiento de responsabilidad. Existe una dependencia, por parte de la empresa, del trabajo que realiza un empleado y este siente que debe responder porque se lo debe a su grupo de trabajo. Cuando alguien sabe que es valorado positivamente se esfuerza para ser mejor. Por ello, invertir en el trabajador se traduce en invertir en la productividad de la empresa.
No siempre se paga con dinero.
Los empleados son personas y como tal tienen necesidades diferentes. Nadie valora las cosas de igual manera. La formación, la participación o la flexibilidad horaria pueden ser incentivos igual de apreciados que el dinero. Cuando un empresario conoce a sus trabajadores como personas puede llegar a ofrecerles lo que realmente quieren, obteniendo la mejor relación laboral posible. La idea es regenerar la confianza entre empleado y empleador, donde cada uno sabe que si da el máximo obtendrá lo mejor también.
La incomoda realidad
La realidad en el mercado laboral es diferente según el punto de vista. Los empresarios abogan por decir que de nada sirve pagar más a un empleado, porque su esfuerzo no depende de ello. Los empleados, por otra parte, hablan de sus empleadores como negreros. No quieren trabajar más de lo estrictamente necesario porque no les pagan lo suficiente.
Solamente cuando el trabajador sea la inversión principal de las empresas vamos a restablecer la confianza. Entonces, no solo los empresarios ofrecerán más, sino que obtendrán un rendimiento por parte de sus trabajadores mucho mayor.
Para concluir, Dios no dijo que unos podían ser los amos de los otros, debemos de entender que todos merecemos el mismo respeto y tenemos la misma dignidad, hablando de trabajo, todos tienen que ser cubiertos, desde el más humilde al más encumbrado, por tanto a alguien le tiene que tocar desempeñar los trabajos menos agradables, pero desde el respeto y la libertad y lo que es más importante desde y hacia la prosperidad, ese trabajo le tiene que permitir llevar una vida cómoda desde el punto de vista económico y con dignidad de acuerdo a lo que aspira y se merece todo ser humano. Y es en este asunto en el que más fallamos porque unos se creen mejores y exigen más respeto y deferencias por el hecho de tener dinero sin que entiendan que el dinero da comodidades, pero también muchas responsabilidades sociales y que el dinero es un lastre en el camino espiritual cuando se hace un mal uso de él y se cometen a través de él iniquidades.
Quien crea que el dinero lo hace un ser superior, pobre de él, es candidato perfecto a las palabras de Marcos en 10: 25 “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos” y esto no se debe entenderse literalmente porque entendido literalmente quiere decir que ningún rico entrará en el reino de los cielos y eso no es cierto y no sería de justicia porque el ser rico no conlleva ese estigma, dicha sentencia se refiere a quienes siendo ricos se dedican con actitud negrera a practicar la esclavitud laboral, a ser más ricos, pisoteando, esclavizando, robando, asesinando, corrompiendo, olvidados de la connotación social de la riqueza, por esa razón es que digo que el dinero, la riqueza llevan aparejadas muchas responsabilidades y muchas deudas espirituales que saldar cuando se hace un mal uso de él y no digo que es mejor ser pobre que tener dinero porque no lo veo razonable pero si digo que si el dinero es un lastre en el camino espiritual de muchas personas, atándolo a este mundo material, más vale ser pobre y poderse elevar llegado el momento final y poder entrar sin ataduras en el mundo espiritual.
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