“Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó
primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti
también”. 2 Timoteo 1:5; Léase: 2 Timoteo 1
Algunas madres que aparecen en la Biblia, fueron madres de grandes
hombres de Dios. Mujeres que fueron influencia positiva y de bendición en la
vida de sus hijos. No hablamos de aquellas mujeres que dieron mal ejemplo a sus
hijos, tal vez en una siguiente ocasión hablemos de alguna de ellas.
Hoy deseo hablar de la educación de nuestros niños siguiendo el
ejemplo de un par de mujeres de la Biblia que impactaron de cierta forma al
apóstol Pablo quien las menciona puntual y específicamente en la vida de su
discípulo Timoteo.
Estas mujeres en tan solo unos versículos, nos muestran una forma de
instruir a nuestros hijos en el camino de Dios, ellas son Loida y Eunice.
En la familia de Timoteo reinaba la tradición cristiana. Conocemos
nombres en tres generaciones. Detrás de Timoteo hay una Eunice y detrás de
ésta, una Loida. Todos manifiestan una “fe no fingida”, que ha pasado de uno a
otro.
La fe no es impartida por los padres, sino que procede de Dios. Pero
Dios se complace en permitir que su bendición se acreciente en las sucesivas
generaciones, imprimiendo el valor de lo que permanece y el conocimiento de ser
llamado, dentro de la familia, para glorificar el nombre del Señor.
Eunice judía creyente, hija de Loida y esposa de un griego no
creyente, fue la madre de Timoteo, Hechos 16:1. Parece muy probable que Pablo
la conociese en Listra (Asia Menor) con ocasión de su primera gira misional y
como resultado de su predicación, ella y su madre Loida se hiciesen cristianas.
Eunice tenía una fe “sin hipocresía alguna” y aunque su esposo era pagano,
Eunice fue ejemplar en enseñar a su hijo Timoteo las “sagradas escrituras”
desde su “infancia” y cuando llegó a ser cristiana, también le instruiría en
este camino.
Ni Loida ni Eunice podían haberse imaginado que Timoteo iba a ser
llamado a un lugar de tanta prominencia en la Iglesia de Cristo. A Pablo esta
especie de costumbre espiritual, que va de una generación a otra, le parece
especialmente hermosa. Se goza al contemplarla. Pero nos habla de ello por algo
más: quiere llamar nuestra atención a lo realizado por la madre, la forma en
que Dios la usó, a ella y a Loida, para inspirar la fe ferviente y real en
Timoteo.
Pablo viene a decirnos que el hecho que Timoteo fuera criado bajo la
gracia es motivo en sí para dar gracias a Dios. La salvación puede tener lugar
a cualquier edad, incluso a edad muy avanzada, pero el llegar lejos en el
conocimiento de Dios suele ser más seguro cuando el niño ha sido criado dentro
de las Escrituras.
El corazón, espíritu y conciencia del niño es más tierno y en él se
graban de modo indeleble las enseñanzas. Las que cuando son implantadas con
eficacia difícilmente se borran más adelante.
Timoteo tuvo un inmenso privilegio al poder ser educado desde la niñez
en el Señor. Para él, el conocimiento de la Escritura y el contenido de la fe
fue vívidamente real. No eran un mero barniz formal, sino que habían crecido y
se habían hecho una posesión inseparable de su propia vida y conciencia.
Timoteo le debía esto a su madre. Este
es el privilegio de algunos hijos de madres, pero no de todas.
La madre inspira de modo permanente la vida del hijo y éste conserva
siempre sagrados recuerdos de ella. Es algo glorioso que unifica a los dos
espiritualmente. La ternura del amor materno es santificada por el amor de
Cristo; el amor maternal potencia el ferviente anhelo de la madre de que el
hijo sea un hombre de Dios útil a su sociedad, progresista y bendecido.
La madre no descansa hasta que, de un modo u otro, leyendo historias
de la Biblia, dando consejos, ejemplo, estimulo, como sea, le induce a abrir su
corazón para que este entienda y practique en su vida los valores cristianos
que se le están revelando por aquellos medios.
Nos lamentamos hoy del hecho que muchos hijos maduros se apartan de la
fe. Pero al hacerlo nos hemos de preguntado: ¿dónde están las Eunices de estos
hombres y mujeres?
El padre sin duda tiene su responsabilidad y su carácter, con
frecuencia más fuerte, ha de guiar también al hijo en el hogar. Pero, aun
cuando se ejerce la influencia del padre, la tierna actividad espiritual de la
madre, su vida fiel, piadosa y de oración es la roturación del terreno que
permite recibir la semilla en un blando seno.
Las madres deben empezar su actividad en los niños cuando son muy
jóvenes. No basta con educar a hijo a comportarse con modales, enseñarle el
respeto a toda persona no importando condición económica, sexo, edad y/o
apariencia física, cuidarlos e instruirlos con rectitud. Podemos influir tan
grande en nuestros hijos, que cada semilla que sembremos en ellos dará fruto,
ya sea bueno o malo según lo que hayamos sembrado en su corazón.
Timoteo era un hombre sensible, tierno. Ese hábito los niños y niñas
lo aprenden de la mamá, del papá. En ellos está el “poder” para enseñarles a
ser sensibles y no guardarse los sentimientos. En América Latina hay una
cultura machista, donde se les enseña a los varones a no llorar, muchos de
ellos viven su vida sin llanto porque se les instruyó que sólo las mujeres
lloran. Pero si nosotras les damos la enseñanza para expresar sus sentimientos,
su llanto, su ternura; ellos crecerán sabiendo que es natural y que es parte de
ellos.
Loida y Eunice eran auténticas cristianas. Aun cuando el papá de
Timoteo no era judío la fe de estas mujeres no era hipócrita, su fe no era
falsa. Tal vez conozcas a alguien que finge su fe o tal vez te encuentres en
ese estado sin darte cuenta.
Una fe no fingida, una fe coherente, una fe que lleva a hacer lo que
se predica; una fe fingida sería predicarles a los hijos acerca de algo y la
madre vivir de manera contraria. Por
ejemplo, una fe fingida es hablarles a nuestros hijos acerca del amor y perdón
de Dios y que nos escuchen hablar contra un hermano, que nos vean de pleito con
el vecino o gritando a mitad del tráfico.
Loida y Eunice eran congruentes, sin fingimiento, sin buscar aparentar
un cristianismo que no se vivía en casa, eran mujeres temerosas de Dios quienes
predicaban con su ejemplo, con su vida.
¿Estamos haciendo bastante énfasis en la necesidad de que el niño sea
educado en el hogar?
¿Qué lección da la vida de Eunice a las madres de hoy?
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