Santiago
4:11…12 “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del
hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú
juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de
la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a
otro?”
Es bien común que las personas les guste
emitir juicio o juzgar, sobre la forma de vida de los demás. Es común que las
personas les encante meter la cuchara, como decimos, sobre la forma de vida de
los demás y de eso está hablando Santiago aquí. Veamos qué nos enseña Santiago:
V. 11
“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros.” El énfasis del pasaje lo es el
mandamiento “no murmuréis los unos de los otros”, lo sabemos porque es lo
primero que aparece en el original griego. Una traducción literal sería: “Dejen
de seguir murmurando los unos de los otros”. Es decir, paren esa práctica, esa
mala costumbre de estar murmurando los uno de los otros. Así que aparentemente
ésta era una práctica común en la iglesia a la cual Santiago les escribe, esto
tiene que para ahora mismo, les dice Santiago.
Qué
significa murmurar. La palabra en el griego es “Katalaleite” y significa
“hablar en contra de”. La Biblia lo traduce: “no hablen mal los unos de los
otros”. Sucedía que los hermanos estaban criticándose unos a otros. Hablaban
mal los unos de los otros a sus espaldas. El pasaje no nos dice solo podemos
especular.
Claro
está, hay un momento que hablar en contra tu prójimo es necesario. Por ejemplo,
en Levíticos 5:1 “Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere
testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado.” Aquí se le
considera pecador a aquel que cuando fuere llamado a testificar de lo que vio y
no testificó, se quedó callado. No es pecado testificar en contra mi prójimo
cuando he sido llamado a ello. Otro ejemplo, 1 Corintios 1:11 “Porque he sido
informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre
vosotros contiendas.” Aquí la familia de Cloé puso al tanto a Pablo de los
problemas que había en la iglesia de Corinto.
Así
que hay momentos cuando es lícito, hablar contra nuestro prójimo: cuando somos
llamados a testificar, cuando somos llamados a informar para resolver un
problema, cuando pecan contra nosotros, entre otros.
Pero
aquí Santiago nos informa que estaban criticando lo que hacían los hermanos,
criticando sus actos, sus motivos e intenciones.
¿Cuál
es el principio? El principio es que no debemos hablar en contra los unos de
los otros. No debemos ser chismosos. No debemos estar hablando de espaldas a
nuestros hermanos. O como lo dijo Jesús en Mateo 7:1 “No juzguéis, para que no
seáis juzgados.”
¿Por
qué no debemos murmurar los unos de los otros? Santiago da tres razones:
I.
Porque somos hermanos
V. 11
“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y
juzga a su hermano”. Tres veces Santiago usa la palabra hermanos en este
versículo. “Hermanos, del hermano, a su hermano”. ¿Por qué no debemos murmurar
los unos de los otros? No debemos hablar en contra los uno de los otros porque
somos hermanos. Somos una sola familia. Dios Padre es mi Padre, pero también es
el Padre de mi hermano. Cristo Jesús es hermano de ambos.
La
iglesia no es un grupo de personas que se reúnen a adorar a Dios. La iglesia es
un cuerpo, es el cuerpo de Cristo. Y cada uno de nosotros somos miembros los
unos de los otros. Si mi mano, mete la pata y toca algo caliente se quema. ¿Qué
hacemos con ella? La sanamos, la curamos, buscamos que se restablezca. No le
caemos a palos, ni la cortamos por lo que hizo. De igual manera tenemos hacer
así con los hermanos.
¿Por
qué no debemos murmurar los unos de los otros? En primer lugar, porque somos
hermanos los unos de los otros, somos una misma familia. En segundo lugar…
II.
Porque yo no soy juez de mi hermano
V.
11b-12 “El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y
juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino
juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder”. El que murmura de su hermano o juzga a su
hermano, se opone a la ley de Dios. El que hace eso habla en contra de la ley y
juzga a la ley.
No
somos jueces de nuestros hermanos. No tenemos el derecho de condenar a nuestros
hermanos, tal oficio le pertenece a Dios. Solo Dios conoce las intenciones del
corazón, nadie es más misericordioso que Dios. Por eso David prefería ser
juzgado por Dios y no por los hombres. Solo Dios es el que salva y el que
condena. Todos compareceremos al tribunal de Dios, no al tribunal de Perencejo.
Y es El el único que es el juez de toda la tierra. Y es a El que daremos
cuenta, porque solo Él es el Señor.
En
tercer lugar, no debemos murmurar de nuestros hermanos…
III.
Porque yo soy como mi hermano
V. 12b
“pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” ¿Quiénes somos nosotros para
juzgar al hermano o juzgar al prójimo? Nosotros somos tan débiles como ellos.
También tenemos los mismos defectos que los demás en diferentes áreas de la
vida, pero tenemos faltas como los otros. Cuando alguno murmura de su hermano o
juzga al hermano se levanta por encima de él como superior a él.
Aunque
Jesús era Dios y por tanto exaltado sobre todas las cosas. Nada de eso impidió
que se humillara haciéndose siervo para salvarnos. Jesús se humilló para
exaltarnos. Ese mismo espíritu debe estar en nosotros. La humillación de Cristo
es el modelo que debemos seguir en la iglesia.
¿Por
qué no debemos murmurar del hermano? No debemos hacerlo porque es mi hermano,
hueso de mis huesos y carne de mi carne en el Espíritu, porque yo no soy su
juez, solo Dios lo es. Y porque yo soy como él: débil, frágil, lleno de miles
defectos y virtudes. Pero, sobre todo: tenemos el mismo Padre, Cristo Jesús
murió tanto por él como por mí. Y a ambos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu. Somos uno en Cristo, somos uno.
Amén.
S.A.G.
– 13 – NOV – 2023
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