A Pesar De Nuestras Diferencias - Por Saúl Guevara (Estudio No. 837)

 


Años atrás, pero de verdad muy atrás, Pablo apuntaba: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la pazEfesios 4:1…3

 Cuentan que fue en un invierno tan frío en el que muchos animales comenzaron a morir congelados, cuando un grupo de erizos, al darse cuenta de su frágil situación, decidieron juntarse para darse calor unos con otros. Era una solución perfecta y lógica para protegerse de las gélidas temperaturas y sobrevivir, pero pronto se percataron de que las púas de cada uno herían a sus compañeros más cercanos. Al pasar del tiempo, el dolor de las heridas los llevó a alejarse unos de otros y esta decisión los dejó ante el dificultoso frío nuevamente, por lo que algunos empezaron a fallecer. Ante esta realidad, se vieron forzados a tomar una decisión culminante: aceptar las espinas de sus compañeros y soportar las heridas, o enfrentarse a una muerte eminente por el frío. Muy inteligentemente, decidieron volver a unirse; aprendieron a convivir con las molestias de las púas que traía la cercanía y, de esa manera, encontraron la calidez que necesitaban para sobrevivir.

 Este relato nos propicia una fuerte lección sobre la convivencia y la naturaleza de las relaciones humanas.

 Al igual que estos animales, los seres humanos fuimos creados para vivir en comunidad, sin embargo, la convivencia no está exenta de desafíos: las diferencias, desacuerdos y roces inevitables pueden hacernos pensar que sería más fácil distanciarnos unos de otros. Pero el evangelio nos muestra que, en la unión, pese a las dificultades, encontramos fortaleza y propósito.

 La Palabra de Dios nos enseña repetidamente sobre la importancia del amor, la paciencia y el perdón en nuestras relaciones: “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” Efesios 4:2…3

 Esta unidad no es simple ni libre de inconvenientes, pero en la cercanía con otros encontramos crecimiento personal y espiritual.

 Aunque nuestra nueva identidad en Cristo es por gracia mediante la fe (Efesios 2:8…9), existen responsabilidades que tenemos los unos hacia los otros. Pablo exhorta a los creyentes a comportarse de manera digna de esta asombrosa vocación (Efesios 4:1), y parte de ello consiste en demostrar humildad, mansedumbre y paciencia. Con esos rasgos debemos soportarnos unos a otros con amor (Efesios 4:2). La palabra griega anechomenoi, traducida "soportar", significa "responsabilizarse una y otra vez". La idea es estar continua y pacientemente soportando, tolerando o aguantando a los demás. Se trata de una importante expresión del amor que los creyentes en Cristo deben tener los unos por los otros, y así lo indica el hecho de que Pablo añada la frase en amor. Como sabemos, "el amor cubrirá multitud de pecados" (1 Pedro 4:8).

 En la comunidad cristiana, no se trata de evitar las púas de los demás, sino de aprender a amar incluso con sus imperfecciones. A menudo, Dios usa nuestras relaciones para moldearnos, afinarnos y enseñarnos lecciones sobre su gracia. Cada vez que elegimos perdonar, renunciar al egoísmo y priorizar la unidad, reflejamos el amor incondicional de Cristo.

Por otro lado, al distanciarnos, corremos el riesgo de aislarnos espiritualmente. El enemigo siempre buscará dividir, sembrar resentimiento, envidia, pleitos entre los hermanos y apartarnos del cuerpo de Cristo, porque sabe que somos más vulnerables cuando estamos solos. La historia de los erizos nos recuerda que el frío de la soledad espiritual puede ser mortal. Como nos anima Hebreos 10:24…25: “Y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros.”

 Soportarse los unos a los otros es una parte importante de expresar adecuadamente el amor mutuo. Los creyentes en Cristo tenemos toda bendición espiritual en Cristo por la gracia de Dios y mediante la fe. Se nos ha dado una nueva identidad y ahora somos hermanos y hermanas. Por supuesto, ninguno de nosotros es perfecto ni tan maduro en Cristo como lo seremos algún día; en consecuencia, con frecuencia le fallamos a Dios, e inevitablemente nos fallaremos los unos a los otros. Debido a esa debilidad inherente, cada uno de nosotros necesita la gracia de los demás.

 El escritor de Hebreos nos recuerda que debemos pensar constantemente en cómo podemos animarnos mutuamente al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24): nos necesitamos los unos a los otros. Pedro nos recuerda que todos hemos recibido la misericordia de Dios (1 Pedro 1:3), y que la misericordia es la base de nuestra nueva identidad en Cristo. Cuando Pedro desafía a sus lectores a andar en esa misericordia, los exhorta a ser considerados con todos y a honrar a todos (1 Pedro 2:17). Hay muchas formas específicas en las que podemos soportarnos unos a otros, pero la idea central es que nos soportamos unos a otros con amor.

 Así como los erizos encontraron calor en su cercanía, nosotros encontramos apoyo, consuelo, esperanza y fortaleza en la comunión con otros creyentes. Enfrentar las dificultades juntos nos prepara para ser un testimonio vivo del poder de la reconciliación y del amor que Dios nos ha mostrado.

 ¿Qué tan dispuestos estamos a aceptar las “púas” de los demás en nuestra vida?

 En lugar de evitar las heridas que pueden surgir, aprendamos a amar y a encontrar el calor que solo la verdadera unidad puede ofrecernos. Porque "si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto" Eclesiastés 4:12

 

S.A.G. - 25 – MAY – 2025

(Estudio No. 837)

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