Años atrás, pero de verdad muy atrás, Pablo apuntaba: “Yo
pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con
que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con
paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz” Efesios
4:1…3
Cuentan que fue en un invierno tan frío en el que muchos
animales comenzaron a morir congelados, cuando un grupo de erizos, al darse
cuenta de su frágil situación, decidieron juntarse para darse calor unos con
otros. Era una solución perfecta y lógica para protegerse de las gélidas
temperaturas y sobrevivir, pero pronto se percataron de que las púas de cada
uno herían a sus compañeros más cercanos. Al pasar del tiempo, el dolor de las
heridas los llevó a alejarse unos de otros y esta decisión los dejó ante el
dificultoso frío nuevamente, por lo que algunos empezaron a fallecer. Ante esta
realidad, se vieron forzados a tomar una decisión culminante: aceptar las espinas
de sus compañeros y soportar las heridas, o enfrentarse a una muerte eminente
por el frío. Muy inteligentemente, decidieron volver a unirse; aprendieron a
convivir con las molestias de las púas que traía la cercanía y, de esa manera,
encontraron la calidez que necesitaban para sobrevivir.
Este relato nos propicia una fuerte lección sobre la
convivencia y la naturaleza de las relaciones humanas.
Al igual que estos animales, los seres humanos fuimos
creados para vivir en comunidad, sin embargo, la convivencia no está exenta de
desafíos: las diferencias, desacuerdos y roces inevitables pueden hacernos
pensar que sería más fácil distanciarnos unos de otros. Pero el evangelio nos
muestra que, en la unión, pese a las dificultades, encontramos fortaleza y
propósito.
La Palabra de Dios nos enseña repetidamente sobre la
importancia del amor, la paciencia y el perdón en nuestras relaciones: “Con
toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en
amor, procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”
Efesios 4:2…3
Esta unidad no es simple ni libre de inconvenientes, pero
en la cercanía con otros encontramos crecimiento personal y espiritual.
Aunque nuestra nueva identidad en Cristo es por gracia
mediante la fe (Efesios 2:8…9), existen responsabilidades que tenemos los unos
hacia los otros. Pablo exhorta a los creyentes a comportarse de manera digna de
esta asombrosa vocación (Efesios 4:1), y parte de ello consiste en demostrar
humildad, mansedumbre y paciencia. Con esos rasgos debemos soportarnos unos a
otros con amor (Efesios 4:2). La palabra griega anechomenoi, traducida
"soportar", significa "responsabilizarse una y otra vez".
La idea es estar continua y pacientemente soportando, tolerando o aguantando a
los demás. Se trata de una importante expresión del amor que los creyentes en
Cristo deben tener los unos por los otros, y así lo indica el hecho de que
Pablo añada la frase en amor. Como sabemos, "el amor cubrirá multitud de
pecados" (1 Pedro 4:8).
En la comunidad cristiana, no se trata de evitar las púas
de los demás, sino de aprender a amar incluso con sus imperfecciones. A menudo,
Dios usa nuestras relaciones para moldearnos, afinarnos y enseñarnos lecciones
sobre su gracia. Cada vez que elegimos perdonar, renunciar al egoísmo y
priorizar la unidad, reflejamos el amor incondicional de Cristo.
Por otro lado, al distanciarnos, corremos el riesgo de
aislarnos espiritualmente. El enemigo siempre buscará dividir, sembrar
resentimiento, envidia, pleitos entre los hermanos y apartarnos del cuerpo de
Cristo, porque sabe que somos más vulnerables cuando estamos solos. La historia
de los erizos nos recuerda que el frío de la soledad espiritual puede ser
mortal. Como nos anima Hebreos 10:24…25: “Y consideremos cómo estimularnos unos
a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos
tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros.”
Soportarse los unos a los otros es una parte importante
de expresar adecuadamente el amor mutuo. Los creyentes en Cristo tenemos toda
bendición espiritual en Cristo por la gracia de Dios y mediante la fe. Se nos
ha dado una nueva identidad y ahora somos hermanos y hermanas. Por supuesto,
ninguno de nosotros es perfecto ni tan maduro en Cristo como lo seremos algún
día; en consecuencia, con frecuencia le fallamos a Dios, e inevitablemente nos
fallaremos los unos a los otros. Debido a esa debilidad inherente, cada uno de
nosotros necesita la gracia de los demás.
El escritor de Hebreos nos recuerda que debemos pensar
constantemente en cómo podemos animarnos mutuamente al amor y a las buenas
obras (Hebreos 10:24): nos necesitamos los unos a los otros. Pedro nos recuerda
que todos hemos recibido la misericordia de Dios (1 Pedro 1:3), y que la
misericordia es la base de nuestra nueva identidad en Cristo. Cuando Pedro
desafía a sus lectores a andar en esa misericordia, los exhorta a ser
considerados con todos y a honrar a todos (1 Pedro 2:17). Hay muchas formas
específicas en las que podemos soportarnos unos a otros, pero la idea central
es que nos soportamos unos a otros con amor.
Así como los erizos encontraron calor en su cercanía,
nosotros encontramos apoyo, consuelo, esperanza y fortaleza en la comunión con
otros creyentes. Enfrentar las dificultades juntos nos prepara para ser un
testimonio vivo del poder de la reconciliación y del amor que Dios nos ha
mostrado.
¿Qué tan dispuestos estamos a aceptar las “púas” de los
demás en nuestra vida?
En lugar de evitar las heridas que pueden surgir,
aprendamos a amar y a encontrar el calor que solo la verdadera unidad puede
ofrecernos. Porque "si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán;
y cordón de tres dobleces no se rompe pronto" Eclesiastés 4:12
S.A.G. - 25 – MAY – 2025
(Estudio No. 837)
Si deseas escribirnos, puedes hacerlo a:
igelrenuevo@gmail.com
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