Y Hablando Del Sueño Americano...

Vivimos en un mundo cambiante. Una nueva realidad que afecta nuestras vidas en formas que muchas veces no reconocemos, es la realidad de la urbanización.

Muchos han observado que la Biblia comienza en un jardín y termina en una ciudad; Dios no es ajeno a las ciudades. Vale la pena preguntarnos, sin embargo, con cuál ciudad soñamos o con cuál nos emocionamos.

Hago esfuerzos por comprender, como las personas anhelan el conocido “sueño americano”, como son capaces de lograr obtener entre $ 5,000 a $ 10,000, por lo menos en el caso de mi país, para irse ilegalmente a los Estados Unidos, dinero que bien aprovechado pudiese ser la base de una mini empresa en su propia tierra. Los que venden casas en las nuevas urbanizaciones, ponen estas en referenciadas a las de E.U., vi un anuncio que decía: viva como en la Florida.. Si la vida en aquella colonia realmente sea como la de Florida, no lo sé; pero es claro que hay muchas personas que sueñan con la vida en alguna ciudad de los Estados Unidos.

En los tiempos del Antiguo Testamento, vivió un hombre con similar deseo. Quiso ser grande en una de las ciudades de renombre de su época. Este hombre era Lot, el sobrino de Abraham.

Abraham y Lot vivieron juntos por algún tiempo, hasta que los dos prosperaron a tal grado que se tuvieron que separar. Lea la historia en Génesis 13:10..13

Abraham generosamente le ofreció a Lot que escogiera dónde quería vivir. Lot eligió ir hacia el oriente y lo atrajo que era una tierra bien regada, fértil y abundante. Seguramente en alguna ciudad de esta zona podría encontrar su fama y fortuna y Sodoma era la primera ciudad de la zona.

Lot se ilusionó con las posibilidades que habían en Sodoma. Se mudó a la orilla de esta ciudad y se radicó en los suburbios. Lot era un hombre justo (2 Pedro 2:8). Lot no era incrédulo. Creía en el Dios de Abraham y amaba el bien, pero tomó la decisión de acercarse a esta ciudad mundana y perversa porque quería mejorar su situación económica. Sintió el llamado de la prosperidad material y respondió al llamado.

¿Qué pasó con Lot?

Llegó el día en que Dios decidió destruir a Sodoma y su ciudad vecina Gomorra porque habían llegado al colmo de la maldad. Dios le reveló a Abraham su plan y Abraham intercedió por Sodoma. Dios le dijo a Abraham que salvaría a Sodoma si encontraba a diez hombres justos en la ciudad. ¡Sólo diez hombres justos! Pero en Sodoma no se encontraban ni siquiera diez hombres justos, porque dos ángeles llegaron a Sodoma para avisar a Lot para que se escapara.

Era tal la maldad de Sodoma que los hombres de la ciudad quisieron abusar de los visitantes angelicales de Lot. Luego, los ángeles tuvieron que sacar a Lot de la mano junto con su familia para que se escaparan a una ciudad más pequeña
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Notamos aquí que Lot ni siquiera pudo quedarse con las riquezas que habían sido la razón de irse a vivir a Sodoma. Todo lo que había acumulado se quedó en Sodoma y se quemó en la lluvia de azufre que cayó sobre la ciudad.


Si nosotros nos ilusionamos con los bienes de este mundo y buscamos enriquecernos aparte de la bendición de Dios, podemos saber que nos sucederá lo mismo. A fin de cuentas, todo lo que acumulemos en este mundo será quemado. La tierra será destruida por fuego. Sólo lo que tengamos almacenado en el cielo durará.

Pero ahí no se acaba Lot. Leamos lo que le sucedió luego en Génesis 19:30..38.

Podríamos preguntarnos por qué se incluyó una historia tan desagradable dentro de la historia bíblica. Lo seguro es que quienes creen que la Biblia es un libro muy dulce, pero desconectado de la realidad cotidiana, no la conocen. La Biblia enfrenta las realidades de la vida directamente.

En este caso, vemos el resultado de la decisión de Lot de buscar la prosperidad y la riqueza en Sodoma. No solamente perdió todos sus bienes cuando huyó de su hogar para salvarse, sino que perdió a sus hijas. Efectivamente, al criarse en Sodoma, las hijas de Lot adoptaron la mentalidad de su contorno. La depravación sexual que caracterizaba a Sodoma y la llevó a su destrucción, dejó sus huellas sobre las tiernas almas de las hijas de Lot. Llegaron a tal grado de perversión porque, en lugar de inculcarles valores justos, Lot permitió que sus hijas fueran formadas por sus amistades impías.

Lot y su familia nos muestran lo que sucede cuando el creyente se deja llevar por la promesa de la prosperidad mundana. En lugar de seguir el camino de prosperidad divina, manteniéndose alejado del mundo, permitió que las luces de Sodoma llenaran su vista y lo cegaran a la luz divina.

A nosotros, entonces, nos confronta una decisión: ¿Seguiremos el camino de Lot? ¿En cuál ciudad fijaremos la mirada? ¿Sacrificaremos nuestros hijos sobre el altar de la prosperidad mundana?

La verdad es que esto no tiene mucho que ver con el lugar físico en el que vivamos. El movimiento físico de Lot nos enseña una lección espiritual. Podemos vivir en una zona campestre y adoptar las actitudes y la mentalidad de la ciudad del mundo o podemos vivir en el centro de la ciudad más grande esperando la llegada de la ciudad celestial.

En el mundo actual, la tentación de seguir el ejemplo de Lot es una de las tentaciones más grandes. Queremos vivir a la orilla del pecado sin mancharnos, sin participar en ella, pero disfrutando de sus supuestos beneficios.

No podemos negar que las ciudades actuales son tan depravadas como lo era Sodoma. Existe cualquier clase de maldad. ¿Estamos permitiendo que la suciedad entre por satélite a nuestro hogar, simplemente porque no nos queremos perder un buen entretenimiento? ¿Hemos creído esa mentira materialista que dice que la felicidad se encuentra al tener más cosas, en lugar de estar más cerca del Señor?

Si escogemos el camino de Lot, podemos estar seguros de que también pagaremos su precio. Hermanos, no sacrifiquemos a nuestros hijos y a nuestra felicidad a cambio de lo que el mundo promete. Sigamos el ejemplo de Abraham, esperando aquella ciudad que Jesús está construyendo, viviendo en la obediencia que nace de la fe. Éste es el camino a la bendición.

Y no importa tan grande o pequeña sea la ciudad donde vivas, en ambas habitan los mismos tipos de diablos, pero grande y omnipresente es nuestro Dios, que esta en todo lugar a toda hora, descansemos en Él.

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