Al
oponerse a la vida, la violencia se coloca en contra de Dios, quien
nos ha creado para disfrutar la vida a plenitud
El
abuso emocional y físico está diametralmente opuesto al concepto de
sacrificio; dicho comportamiento es egoísta y egocéntrico. 1
Corintios 13 enseña lo que el genuino amor es y en lo que consiste y
dice mucho de lo que no es amor. De acuerdo a este pasaje, no se
comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente. De
manera clara, el abuso no es una demostración de amor genuino.
Ante
este azote de las fuerzas del mal, ¿qué puede hacer la Iglesia de
Jesucristo?
Iniciemos
por definir el término "violencia". La violencia es "la
calidad de ser violento; de tener genio iracundo y de cometer
injusticias." Un punto interesante sobre esta palabra es su
raíz; "violencia" proviene del término griego "bios",
que significa "vida." La violencia es, pues, una
manifestación de las fuerzas del mal contra la vida.
En
Efesios 4:25..27 podemos ver la relación entre la violencia y las
fuerzas del mal. Después de exponer varios puntos doctrinales en los
primeros tres capítulos de la epístola, Efesios presenta diversos
consejos para la vida cristiana. El texto ofrece una enseñanza sobre
la relación entre la ira, la violencia y las fuerzas del mal, ahí
encontramos enseñanzas como: Por lo cual, desechando la mentira,
hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los
unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre
vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.
Como
sabemos, la mentira es un pecado y como tal, tiene consecuencias
funestas para el creyente. Las consecuencias de la mentira son aún
peores cuando nos llevan a pecar contra otro creyente. La mentira
rompe la comunión y la unidad que debe caracterizar la Iglesia de
Jesucristo (Efesios 4:25). Del mismo modo, la ira puede tener
consecuencias desastrosas para la persona cristiana. Aunque enojarse
no es pecado, la ira descontrolada puede conducirnos a pecar contra
Dios y contra los demás. Por eso el texto nos advierte diciendo: "Si
se enojan, no pequen" (Efesios 4:26a). Del mismo modo, no
debemos pasar todo el día enojados (Efesios 4:26b). El v. 27 da la
razón por la cuál el creyente debe evitar la ira descontrolada: Un
creyente cegado por la ira puede ser engañado por el diablo. La ira
descontrolada puede llevarnos a mostrar conducta agresiva contra
nuestros familiares. Cuando se actúa en forma violenta contra las
personas amadas, hay violencia doméstica. Este tipo de violencia se
manifiesta de diversas maneras como lo vimos en la parte 1 de este
estudio.
Esta
se manifiesta por medio de palabras duras, actos humillantes,
intimidación y juegos psicológicos. Cuando un padre insulta
continuamente a sus hijos; cuando un adolescente amenaza a sus
abuelos o cuando se acusa injustamente al cónyuge de infidelidad,
hay violencia emocional. Lamentablemente, la violencia doméstica
también se manifiesta en forma activa y directa por medio del
maltrato físico y el abuso sexual. Por lo regular, en el hogar
afectado por este mal se desarrolla un "ciclo de violencia".
Después de un tiempo de armonía, las tensiones en el hogar van
aumentando hasta que desembocan en la agresión. La agresión es
seguida por un corto período de reconciliación después del cuál
las peleas vuelven a comenzar y ocurre otro acto agresivo. Este ciclo
debe detenerse a tiempo, antes de que el agresor mate a la persona
agredida.
Los
creyentes con responsabilidad espiritual deben estar atentos ante
estos hechos, que no solo ocurren dentro de comunidad. Hay muchos
casos lamentables dentro de la misma iglesia, que debemos estar
observando a través de nuestros líderes situaciones que pueden
estar desembocando en hechos de violencia. Las víctimas de estos
hechos mantienen un silencio prolongado por temor o por vergüenza de
su situación familiar. Debemos ayudar y en algunos casos denunciar
estos hechos antes las autoridades correspondientes.
Como
ministros de Dios debemos tener mucho cuidado de no ser engañados
por las partes, hoy la violencia se ve entre hombres y mujeres. Pero
los niños son lo que mayor castigo recibe en este tipo de violencia,
no solo se ve casos de violencia en los padres, incluso en los mismos
colegios donde son víctimas de sus docentes de agresión física y
violencia psicológica, algunos padres permiten estos hechos
posiblemente por tener niños mal educados. Hay mucho trabajo que
hacer en nuestra sociedad, pero aun con mayor razón estar alerta en
nuestras propias comunidades cristianas.
Es
posible que Ud. se esté preguntando ¿Nosotros los cristianos
tenemos ese problema? La realidad nos muestra que la violencia
familiar se encuentra latente no solo en las familias de los no
creyentes, sino también en las familias que componen las iglesias.
En una iglesia se descubrió que: en el 60% de las parejas había
episodios cotidianos de violencia verbal, como gritos, insultos y
amenazas. El 20% admitió haber tenido explosiones de ira acompañado
con empujones y golpes, 30% de las mujeres admitieron haber sido
abusadas sexualmente al haber sido obligadas a tener relaciones
sexuales en contra de su voluntad. La violencia familiar, ya sea
entre cristianos o no, se presenta como un ciclo en tres fases:
1)
Acumulación de tensiones:
Comportamiento agresivo más hacia los objetos que hacia el cónyuge.
(Dar portazos, arrojar objetos, romper cosas, etc.). Poco a poco se
mueve desde los objetos hacia la pareja, manifestado en abuso verbal
y físico.
2)
La violencia se agudiza:
Conscientemente el abusador elige sus actos de violencia, decide el
tiempo y el lugar para los episodios así como qué parte del cuerpo
golpear. En algunos casos aquí es donde se da la intervención
policial.
3)
Calma y arrepentimiento: El
agresor asume su responsabilidad y promete cambiar, hay un período
de calma, muestras de amor y cariño hacia la pareja. Ambos actúan
como si nada hubiera sucedido y prometen que nada de lo sucedido se
repetirá.
Como
cristianos no debemos tratar de evadir este tema sino más bien tomar
conciencia de que la violencia familiar se encuentra aun en los
hogares de los creyentes. Si esto es así ¿qué es lo que pasa con
el creyente que durante la semana golpea a su cónyuge?.
La violencia en cualquier forma - física, sexual,
psicológica, o verbal - es pecaminosa; muchas veces es también un
crimen. A pesar de que estamos enfocando aquí la violencia en contra
de la mujer, esto no implica de ninguna manera que la violencia en
contra de los hombres o de los jóvenes o los mayores de edad o los
no nacidos sea algo de menor gravedad. En realidad, la violencia en
contra de cualquier persona es contraria al mensaje del Evangelio de
Jesús de "Amaos los unos a los otros como yo los he amado."
La violencia en contra de la mujer en el hogar
tiene particularmente serias repercusiones. Cuando la mujer es una
madre y la violencia es llevada a cabo delante de sus niños, se
crean las condiciones en el ambiente para un ciclo de violencia que
puede ser transmitido de generación en generación, en otras
palabras, se vuelve una maldición generacional.
Los consejeros de la violencia familiar nos
enseñan que la violencia es un comportamiento aprendido. En algunos
casos, los hombres que cometen el abuso y las mujeres que son
abusadas han crecido en hogares donde ocurría la violencia. En una
situación semejante, un niño puede crecer creyendo que la violencia
es un comportamiento aceptable; los niños aprenden que ésta es una
forma de ser poderosos. Sobre el abuso dicen que el niño que haya
crecido en un hogar presenciando abuso físico está mil veces más
inclinado a utilizar la violencia en su propia familia. Al mismo
tiempo, apenas el 25 por ciento de los hombres que crecieron en
hogares con abuso físico prefirieron no usar la violencia.
La violencia doméstica, en particular contra las
mujeres, es endémica y esta conducta inhumana no debe continuar sin
resistencia y cambio. La conducta civilizada, además de otros
principios básicos de la ética y el cristianismo, requieren que
hagamos todo lo posible para prevenir este flagelo.
Dios nunca quiso que alguien fuera tratado de
manera indigna. La Biblia dice que Dios aborrece a la persona que ama
la violencia (Salmo 11: 5). El Señor invita a los maridos a que amen
a sus esposas como a sus mismos cuerpos (Efesios 5: 28). La lógica
de esta apelación es que ninguna persona normal atentará contra su
propio cuerpo.
Nadie y mucho menos la iglesia y sus lideres,
pueden quedar indiferentes frente a este tema. El Señor mismo afirma
en su Palabra: “Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a
los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente
no lo supimos, ¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El
que mira por tu alma, él lo conocerá, Y dará al hombre según sus
obras. ” (Proverbios 24:11..12).
YA NO CALLEMOS MAS...
No hay comentarios:
Publicar un comentario