En
nuestro caminar en esta vida, muchas veces nos vamos a enfrentar a
situaciones muy difíciles. En efecto, hay ocasiones en que una
abundancia de cosas que ocurren en un mismo tiempo, arrastra pasiones
y posiciones personales. Cuando lo anterior sucede, la guerra ha
comenzado y el enemigo no dudara en usar sus sucias armas para
derrumbarte: Dardos de vida pasada, dudas, depresión, soledad,
desanimo, etc. Tal vez habrá momentos en que llores sin cesar,
preguntando ¿por qué? y en esos precisos momentos, todo lo que
enturbia tu alma, procurara o saldrá por tu boca. Entonces ha
llegado el momento de cuidar y guardar nuestra salud bucal.
¿De
veras cree usted que necesita guardar su boca?
Salmo
141:3 Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis
labios.
La
mayoría de los creyentes no lo creen. Ponga atención a lo que dicen
y se dará cuenta de ello. Por ejemplo, cuando se trata de la salud,
dicen que confían en Dios; pero uno los oye decir: "Estoy
seguro de que me va a dar gripe; todos los años me da" o a
veces he escuchado decir: “es que los tiempos están malos y el
dinero no le alcanza a nadie, inclusive a mi”
¿Cree
usted que esas personas tienen lo que dicen?
Pues
sí que lo tienen, así como lo declararon con su boca, así les
pasa. Pregúnteles unas semanas después y su respuesta será que sí
se enfermaron, tal como lo habían dicho. Que el sueldo no les
alcanza porque los tiempos están malos. Pero si usted trata de
decirles que hay cierta relación entre las palabras que dijeron y la
enfermedad que adquirieron, le mirarán como si estuviera loco.
Cada
vez que soy testigo de esto pienso: si esas personas escudriñaran la
Palabra de Dios y entendieran lo que dice acerca del tema, se darían
cuenta que las palabras que hablan tienen un gran impacto en sus
vidas y definen, casi literalmente, su futuro.
Si
usted es creyente nacido de nuevo, ya habrá visto los ejemplos más
poderosos de ese impacto. Usted creyó con su corazón y confesó con
su boca que Jesús es el Señor, y esas palabras cambiaron el curso
de su vida por la eternidad. Usted sabe por experiencia propia el
poder que tienen las palabras.
No
obstante, si usted es como yo, se habrá dado cuenta de que es
difícil ser persistente cuando se trata de hablar palabras llenas de
fe y las circunstancias le son adversas. Yo he estado haciéndolo por
largos años; aun así, a pesar de todo ese tiempo de perseverar y de
todas las experiencias que he tenido, lo que mejor he aprendido es
que siempre debo tener cuidado con mis palabras.
Estamos
imbuidos en un mundo en donde Satanás lo hace ir en sentido
contrario a lo que los cristianos debemos de ir. Como un río
caudaloso, el mundo siempre está tratando de arrastrarle para que
usted siga su corriente. Pero cuando usted vive por fe y su boca
habla palabras de fe, pareciere que todo es como estar remando contra
la corriente. Puede hacerlo, pero es un trabajo muy difícil. Nunca
podrá darse el tiempo para tomarse unas vacaciones en ese trabajo,
que su boca hable palabra de fe, palabra de bendición, de perdón,
de profecía, de amor, en fin Palabra de Dios, es una labor en la que
no puede darse el lujo de descansar. Si usted afloja un poquito, la
corriente empezará a llevárselo río abajo.
Dispóngase
desde ahora mismo a guardar la puerta de sus labios y a llenar de
salud su boca constantemente con la Palabra de Dios: "Hijo mío,
está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones"
(Proverbios 4:20). Haga de la Palabra de Dios su guarda, y todo lo
que diga le llevará un poco más río arriba.
Cuando
estamos en la iglesia o sea en la casa de Dios, saludable es tomar en
cuenta a Eclesiastés 5:1..2: “1 Cuando fueres a la casa de Dios,
guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el
sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. 2 No te des
prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra
delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la
tierra; por tanto, sean pocas tus palabras”
Tres
cosas son muy claras, tres normas que debemos guardar cuando entramos
a la casa de Dios:
1)
Guarda tu pie:
Cuando
vengamos a la casa de Dios evitaremos llegar tarde y salir con prisa.
Dedicamos solamente dos horas a la semana. El Señor dice: cuando
vengas a la casa de Dios, guarda tu pie, es decir, no tengas prisa,
guarda tu pie. Otra forma que altera la bendición, es salir
constantemente durante la reunión por ciertos pretextos: ir al baño,
revisar el auto, ver un anuncio del tablero, hacer fila, sin esperar
a que termine la reunión. Mis pies no pueden estar afuera, si está
escrito: cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie.
2)
Acércate más para oír:
Esto
implica estar atentos al mensaje, al consejo de la Palabra de Dios,
para esta semana. Dice: Cuando fueres a la casa de Dios, acércate
más para oír, no para hablar, sino acércate más para oír, no
solamente a Dios que es nuestra prioridad, sino también oír al
prójimo, porque hay quienes llegan necesitados, atribulados y al
escucharles les podemos ministrar.
3)
No te des prisa con tu boca:
Esto
implica no comprometerse a la ligera, poner atención a lo que
diremos. Cuando se hacen anuncios y hay alguien nos invita a
comprometernos con alguna actividad de la iglesia, se nos invita a
levantar la mano; hay quien lo hace por imitación, con poca
seriedad, otros solo como se dice porque los vean... Ojo, hemos de
cuidar el no comprometernos a la ligera, no faltar a la seriedad,
cuidar de no interrumpir los mensajes, de no llegar a la iglesia a
propagar chismes o a murmurar. Debemos de cuidar nuestra boca y
demostrar que tenemos una muy buena salud bucal.
Muchas
personas son tendientes a pensar y más cuando lo hacen pendientes de
sus autoridades o autores de este tipo de estudio, que quienes
tenemos este privilegio, tenemos todos los problemas resueltos. No,
no y no es así, somos iguales a usted, amigo y hermano lector,
muchas veces hemos hablado mas de lo que debíamos de hablar o hemos
hablado lo que no deberíamos o hablamos en el momento menos
oportuno, en fin, también hemos cometido nuestros errores y no uno,
sino muchos.
En
mi experiencia son incontables las ocasiones en las que no recuerdo
en absoluto haber dicho lo que otros aseguran que he dicho. Esto me
llevó a plantearme un par de cosas: o bien hablaba demasiado o bien
tengo mala memoria. Una tercera opción muy a tener en cuenta es que
tal vez podría ser la conjunción de ambas posibilidades anteriores.
Y una cuarta es que la gente mienta.
Sea
como fuere, he decidido que la única manera de acordarme de lo que
digo es hablar poco. Cuanto menos hable, más recordaré. Y es que
muchos por abrir su boca en el momento menos oportuno han perecido.
¿Qué
de donde aprendí?
Aparte
de leer, escudriñar y esforzarme por hacer vida la palabra de Dios,
la cual es nuestro mejor antiséptico bucal, aprendí de mis errores
y de cosas tan sencillas como lo puede ser la siguiente anécdota:
“Una
rana se preguntaba como podía alejarse del clima del frío del
invierno. Unos gansos le sugirieron que emigrara con ellos. Pero el
problema era que la rana no sabia volar.
Dejádmelo
a mí - dijo la rana -. Tengo un cerebro espléndido. Lo pensó y
luego pidió a dos gansos que la ayudaran a recoger una caña fuerte,
cada uno sosteniéndola por un extremo. La rana pensaba agarrarse a
la caña por la boca.
A
su debido tiempo, los gansos y la rana comenzaron su travesía. Al
poco rato, pasaron por una pequeña ciudad y los habitantes de allí
salieron para ver el inusitado espectáculo. Alguien preguntó: ¿A
quien se le ocurrió tan brillante idea?
Esto
hizo que la rana se sintiera tan orgullosa y con tal sentido de
importancia que exclamó: ¡A MÍ!
Su
orgullo fue su ruina, porque al momento en que abrió la boca, se
soltó, cayó al vació y murió.
Hay
ocasiones en que la falta de humildad o el exceso de orgullo, pueden
echar abajo planes excelentes, principalmente cuando abrimos nuestra
boca en el momento, lugar o coyuntura menos indicada, de ahí la
importancia de cuidar nuestra salud bucal.
Y
tu boca ¿CÓMO ESTA?
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