Ayudar Es Saludable



El pobre es odioso aun a su amigo; pero muchos son los que aman al rico. En el mundo reina el individualismo, la indiferencia y la avaricia por tener más y más. Y muchas veces a costa de los demás. Frases como: "porque voy ayudarle, si a mí nadie me ha ayudado" "que sobreviva solo o que se rasque con sus propias uñas, para que aprenda" "no es mi problema o no me interesa su problema" "déjalo que sufra o que le cueste para que aprenda"...

Las frases señaladas son algunas de las más conocidas y generalmente las usan los seres humanos que solo piensan en ellos y no les interesa los problemas o las necesidades de otros.

Todos tenemos algo para dar. Esa es una verdad que no tiene discusión. Lo vemos todos los días, a cada paso, en todas las situaciones. Aún en aquellas que no lo parecen.

En mi camino de pastor, conozco mucha gente, tanto personas muy capaces y muy preparadas en universidades hasta del primer mundo, así como gente que apenas a terminado su escuela elemental y desarrolla trabajos muy simples. Conozco también personas de gran experiencia, que hace muchos años hace su tarea y personas que recién empiezan en un oficio, ya sea simple o complejo. Y en todas, absolutamente en todas, veo algo que tienen para dar. Algo que los demás necesitan, a cada paso, a cada momento del día.

Lamentablemente es un gran porcentaje de los que abrazan o hemos abrazado estas actitudes de apatía al dar. Estas conductas adánicas son el resultado de pecaminosidad del hombre. También son conductas causadas por la dureza de la vida, las heridas y el esfuerzo personal por lograr cosas. Además es una conducta fomentada por el consumismo, el elitismo y por los sistemas sociales materialistas.

Como cristiano rechazo y me rebelo a estas conductas pecaminosas. No puede existir en el pueblo de Dios y menos en el ámbito ministerial estas conductas individualistas. No lo concibo y no comprendo con la razón estas actitudes. No es lógico. No encaja en el sentimiento bíblico. Es imposible. No es parte de la redención.

Ahora bien la Palabra de Dios nos dice y garantiza que es mejor dar que recibir; tratare de introducirme con la siguiente información: Hay en Tierra Santa dos lagos alimentados por el mismo río, situados a unos kilómetros de distancia el uno del otro, pero con características asombrosamente distintas. Uno es el "Lago de Genesaret" y el otro el llamado "Mar Muerto".

El primero es azul, lleno de vida y de contrastes, de calma y de borrasca. En sus orillas se reflejan delicadamente las flores sencillas amarillas y rosas de sus bellísimas praderas. El Mar Muerto, es una laguna salitrosa y densa, donde no hay vida, y queda estancada el agua que viene del río Jordán.

¿Qué es lo que hace tan diferentes a los dos lagos alimentados por el mismo río? Es sencillamente esto: El lago de Genesaret trasmite generosamente lo que recibe. Su agua, una vez llegada allí, parte inmediatamente para remediar la sequía de los campos, para saciar la sed de los hombres y de los animales: es un agua altruista. El agua del Mar Muerto se estanca, se adormece, se salitra, mata. Es agua egoísta, estancada, inútil.

Pasa lo mismo con las personas. Las que viven dando y dándose generosamente a los demás, viven y hacen vivir. Las personas que egoístamente reciben, guardan y no dan, son como agua estancada, que muere y causa la muerte a su alrededor.

Talvez se dirá: ¿Será cierto?

Pues déjeme decirle que Si Es Cierto, Ayudar es bueno para la salud del que recibe y también del que da.

Cuando una persona ayuda y lo hace con la intención desinteresada de beneficiar al otro, ahora la ciencia a corroborado que se beneficia mejor el que da. Se activan las regiones cerebrales relacionadas con la recompensa y el alivio del estrés.

"Cuando las personas dicen que el apoyo social es bueno para la salud asumen que el beneficiado es quien recibe la ayuda de los demás, pero ahora parece que algunos de los beneficios para la salud en realidad los disfruta quienes da a los demás", afirmó Naomi Eisenberger, la psicóloga de la Universidad de California, Los Ángeles (Estados Unidos), a quien la Universidad le ha confiado la realización de un estudio en cuanto a efectos del ayudar.

La especialista realizó un experimento junto al psicólogo Tristen Inagaki. Trabajaron con parejas que tenían una muy buena relación. El cerebro de la mujer era analizado a fondo con un equipo de imágenes de resonancia magnética funcional mientras observaba que su novio recibía shocks eléctricos dolorosos. En algunos momentos las voluntarias podían dar consuelo a su pareja tomándole la mano pero en otros solo podían mirar. A su vez hubo momentos en que el hombre no recibía los estímulos dolorosos y ellas podían elegir si lo tocaban o no.

En los momentos en que las participantes podían tomar las manos de sus novios y darles consuelos por el dolor que sentían, se activaban en su cerebro las regiones relacionadas a la recompensa. Y cuanto mayor era esta activación de dar consuelo, más conectadas se sentían las mujeres con sus parejas. Por el contrario, cuando no podían dar apoyo a sus novios estas áreas no se activaban.

Eisenberger explicó que estas regiones cerebrales son las que típicamente se activan con recompensas como el chocolate, el dinero y el sexo. "El hecho de que brindar apoyo también active estas regiones sugiere que ayudar es procesado por el cerebro como un tipo de experiencia gratificante", afirmó. Las conclusiones fueron publicadas en la revista Psychosomatic Medicine.

Y además, ayudar también parece ser una buena manera de aliviar el estrés propio porque cuando las voluntarias tomaban las manos de sus novios se activaba una región del cerebro que procesa las amenazas y los peligros.

El dar al que te pide. El dar el asiento. El ayudar a alguien que lo necesita en la calle. Dar al vecino que padece necesidad. Estar atento y preocupado siempre a quién ayudar. El poner un dinero en la mano de quien necesita. Esforzarse y ayudar sabiamente a otros. Bendecir a quien lo necesita sin esperar que le cueste. Estas y otras cualidades son heredadas por la obra redentora de Jesús, siendo fragantes aromas que agradan en gran manera a Dios y que nos trae satisfacción personal de paz, de cosecha, de alegría en la tierra y en los cielos, larga vida para quienes buscan permanentemente practicarlas y esperando con gozo la premiación final de los redimidos de Jesús.

Pensamos que, cuando repartimos nuestro dinero, tiempo, conocimientos, etc. nos empobrecemos, que los demás se van quedando con lo nuestro y nosotros nos vamos vaciando y empobreciendo cada vez más. Eso nos parece, pero ocurre exactamente lo contrario.

Cuanto más damos, más recibimos. Cuanto menos repartimos de lo nuestro, más pobres nos volvemos. Es una ley espiritual, ahora comprobada por la ciencia, que se cumple puntualmente; es una ley difícil de aceptar, por eso pocos se arriesgan a ponerla en práctica; pero hay un reto muy interesante para el que lo quiera aceptar. El que quiere vivir de acuerdo a esa ley de dar y darse a los demás, se llevará sorpresas muy agradables. Es mejor dar que recibir.

Muchas gentes se parecen al Mar Muerto: sólo reciben, acumulan, no se dan y así, se fabrican una vida amarga, desdichada e infeliz. Hay otros que dan y se dan a sí mismos con generosidad y sin esperar recompensa... Esta gente es la más feliz de nuestro mundo.

El que acumula para sí sólo, llama a gritos a la infelicidad y ésta llega. El que reparte, abre la puerta a la felicidad. Acaparar y ser egoísta cierran la puerta.

¿A Quién Ayudaré Hoy?... ¡Ya Sé A Quién!... Amen.

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