Cuidado Con Ese Rencor



El rencor es un enojo profundo y persistente; un resentimiento arraigado que desequilibra y enferma el cuerpo y la mente. También podríamos decir que el rencor es el acto de aferrarse a una sensación de enfado o disgusto hacia otra persona, basado en un acto o un malentendido.

Todo sentimiento negativo que no se aclara o no se habla, se vuelve contra nosotros mismos y nos afecta.

Las personas se manejan con sus propios valores que no siempre coinciden con los valores de los demás. Lo que a algunos les puede parecer una grave ofensa, otros pueden interpretarlo de otro modo y considerarlo algo sin importancia y natural.

Cuando guardamos rencor contra alguien, ¿lo lastimamos realmente? ¿No será que nos lastimamos a nosotros mismos?

Efesios 4.32 "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo"

Con mucha frecuencia, Jesús hablaba de la necesidad de perdonar a otros. Si vamos a seguir el camino angosto, tenemos que aprender a ser prontos para perdonar. Cuanto más rápido perdonamos, más fácil será la solución. Tenemos que hacerlo antes que el problema eche raíces en nuestras emociones. Será mucho más difícil sacarlo si tiene raíces profundas y fuertes... raíces de amargura.

Todos cometemos errores y no siempre con un propósito intencional, porque las circunstancias, la ignorancia o la inconciencia pueden llevarnos a tomar las decisiones incorrectas y perjudicar a otros.

Muchos defraudan a sus amigos e incluso a sus padres, hermanos, cónyuges o hijos; y cada ofensa puede convertirse en un profundo dolor y en una herida que nunca cicatriza.

Hay hermanos que no se hablan desde hace más de treinta años; amigos que se distancian para siempre; hijos que no ven a sus padres y padres que no ven a sus hijos durante muchos años. Estos son casos comunes; y luego están aquellos que ante una afrenta hacen justicia con su propia mano y son capaces de quitarle la vida a alguien cercano, muchas veces sólo por dinero.

Las malas relaciones personales nos transforman en seres aislados y amargados y además nos enferman. No importa tu condición social, profesional, civil u otras, el rencor ataca sin distingos a quienes le dan cabida. El rencor hace que se nos alejen buenos amigos, buenas hermanas, buenas amistades y así el rencoroso va quedando solo, enfermo y desdichado.

Guardar rencor contra otras personas no hace diferente a las otras personas, ellas seguirán su vida, ellos seguirán siendo ellos... pero eso sí, el rencor nos cambia a nosotros. Nos hace amargados y difíciles. Cuando pensamos que estamos guardando rencor, en realidad es el rencor que nos guarda a nosotros. Es la manera engañosa de Satanás para mantenernos en esclavitud. Él quiere que pensemos que estamos que no perdonando, estamos protegiéndonos de otra herida, mientras nos vamos quedando solos... solas.

Debemos hacer un alto en nuestro camino y quienes se descubran raíces de rencor en su vida, deben de comprender que algo no esta marchando bien. Quien así se descubre debe comprender de la urgencia de tratar su problema, solo el comprender la magnitud de daño que hace en una persona el rencor, puede generar verdaderos deseos de corrección y buscar la ayuda necesaria, en personas preparadas para estos tratamientos, consejero, psicólogos, pastores verdaderos y preparados, etc.

Siempre en este tratamiento es ineludible el paso del perdonar. Perdonar es el gesto que nos reconcilia no sólo con el otro sino esencialmente con nosotros mismos.

A veces se pierde la oportunidad de perdonar porque ya es tarde y esa persona ya no está en este mundo; y esta circunstancia puede generar culpa y depresión.

Consideremos siempre que otra persona nunca será como esperamos o idealicemos que sea, de modo que es altamente probable que alguna vez nos defraude. Eso lo sabe Dios perfectamente y por eso nos individualiza en su relación con nosotros.

No es necesario frecuentar a quien por alguna razón nos lastima, pero tampoco se necesita no verlo nunca más en la vida; porque si persiste el odio o el rencor dentro de nosotros, ese sentimiento nos arruinará la vida.

Lo que más puede molestar es la culpa que se siente cuando se cree haber sido el responsable de favorecer el conflicto; por haber tolerado demasiado tiempo un maltrato o por haber sido débil para evitar que nos sigan lastimando.

No se trata entonces sólo de perdonar al otro sino también de perdonarnos a nosotros mismos, aceptando que todos somos capaces de cometer errores y no haber sabido actuar en forma correcta.

No importa las veces que nos hayan defraudado, porque es indispensable confiar, tener fe en la vida, en nosotros mismos y también en los demás, para poder seguir viviendo.

Todo cambia y lo que ayer nos pareció terrible hoy podemos considerarlo sin importancia; y es necesario saber que también nosotros somos capaces de defraudar y de herir a los demás, a veces sin saberlo.

Cuando alguien nos defrauda no significa que todas las personas vayan a actuar del mismo modo, porque la gente es diferente y todos poseen cualidades y defectos.

Si algo nos molesta del otro es importante enfrentar la situación y decírselo, expresarle los sentimientos que genera en nosotros su conducta, sin necesidad de cortar la comunicación, no verlo más y guardarle rencor. Con actitud serena y trato amable nuestro proceder saldrá victorioso. Dominio y templanza nos da Dios.

Muchos que están distanciados durante muchos años, no pueden recordar la razón, y a veces, si la recuerdan, se dan cuenta que ya no tiene la misma importancia. No obstante, a la gente le cuesta dar el primer paso para la reconciliación.

La mayoría ignora que muchas enfermedades se relacionan con el rencor y el resentimiento, porque son heridas que no cierran que creamos en la mente y luego se hacen carne. Pero lo mas triste es que van contristando el Espíritu de Dios que mora en nosotros y nos van alejando de una sana relación con Dios.

Existen también los rencores políticos, antiguas heridas de otras épocas, de aún antes de haber nacido. Resentimientos que se heredan, que no se quieren dejar atrás y que se convierten en un lastre que mantienen enfrentados a los habitantes de una nación.

Perdonar es limpiar el alma y el cuerpo de impurezas; permite recuperar el sueño, eliminar las pesadillas, lograr la paz interior, elevar la autoestima, crecer y dar amor.

Quiero animarte a pedir la gracia de Dios para perdonar a cualquiera contra quien tengas rencor. Decide de ahora en adelante mantener tu corazón libre de este tipo de emoción negativa. Se que eres valiente y sobre todo hijo/a de Dios y puedes dar este paso.

Dios tiene grandes planes para tu vida, pero solamente los verás realizados si transitas por el camino angosto...

Vamos, yo declaro: en el nombre de Dios tu puedes.

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