Lucas
13:10..13 “Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y
había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía
espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se
podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer,
eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se
enderezó luego, y glorificaba a Dios.”
La
historia de esta mujer tiene varios elementos muy interesantes que
vamos a analizar. Usualmente las vidas necesitadas iban donde Jesús
pidiendo ayuda, para tocarlo, para pedirle por algún familiar o
criado. En esta ocasión, Jesús entra a la sinagoga, el lugar de
reunión para la adoración; allí se leía la Palabra de Dios, se
oraba, se escuchaba a los mejores exponentes, a los más sabios. Allí
todos los días se reunían los fariseos a discutir y analizar la
Palabra de Dios y a implantar más leyes rigurosas que obedecer. Pero
allí también en medio de todo eso, se encontraba una mujer que
llegaba todos los días a adorar... Encorvada.
Aquella
mujer se arrastraba todos los días hacia la sinagoga. La conocían y
a la misma vez la ignoraban. Entraba y salía del lugar de adoración
tal como entró... Encorvada. Los fariseos estaban más interesados
en sus discusiones teológicas que en la necesidad, el dolor y el
espíritu de enfermedad que dominaba a esta mujer desde hacia
dieciocho años; un demonio opresor causaba la enfermedad de esta
mujer y su religión no había podido hacer nada. Aquella mujer
entraba y salía igual de atormentada cada día.
¿Ocurrirá
lo mismo en nuestros templos hoy día? Será posible que mientras
discutimos teología, estilos de adoración, métodos y tradiciones,
los
encorvados entran y salen
por años y nadie los liberta.
Los
fariseos no tenían poder y autoridad porque también estaban
encorvados aunque no se dieran cuenta, estaban encorvados, dominados
por un espíritu de religiosidad, de legalismo, de orgullo, de
justicia propia, de obras muertas. A igual que ahora hay iglesias
llenas de legalismos, doctrinas de hombre, etc.
¿Cómo
un atado puede libertar a otro? ¿Cómo un ciego puede dirigir a otro
ciego?
Las
sinagogas se llenaban como hoy en día se llenan los templos los
domingos, se escuchaba un sermón elocuente o una enseñanza poderosa
pero sin gloria de Dios, sin milagros, sin liberación, sin denuncia
contra el diablo y sus opresiones, sin discernimiento espiritual.
Podemos
hacer lo mismo hoy, venir fielmente y religiosamente, cantar y adorar
pero ocultando el pecado, las ataduras y aún demonios en medio de
nuestra reunión. Podemos aumentar el volumen de nuestra música,
predicar más alto y gritar más tiempo, pero si estamos encubriendo
pecado, la gloria de Dios no va a descansar en ese lugar.
¿Usted
cree que Satanás se impresiona con iglesias repletas sin santidad?
De ninguna manera. Esa es una de sus mejores estrategias: "los
mantengo en los templos cuando verdaderamente están en mis manos.
Ahí que sigan creyéndose los buenos y santos que son mientras
mantienen secretos de pecado y mundanalidad en ellos. Así he
mantenido en mis manos a muchos a lo largo de la historia".
Esa
era la triste condición de aquella mujer, atormentada por dieciocho
años dentro de las puertas de la sinagoga, fielmente ofrendando,
orando y escuchando la Palabra de Dios pero Encorvada.
Uno
se encorva cuando a nuestras espaldas colocan un gran peso. El peso
que cargaba aquella mujer era atroz, ni familiares, ni amigos, ni
religiosos la habían podido enderezar. El verso 11 señala "y
de ninguna manera se podía enderezar". Seguramente habían
intentado algunas maneras pero se habían dado por vencidos: "Esta
mujer está demasiado torcida, es imposible arreglarla".
Ese
es otro de los engaños del maligno: "Serás un encorvado toda
la vida, no hay forma de enderezarte, confórmate a seguir viniendo
al templo encorvado, no tienes remedio. Sigue encorvado por el peso
de ese pecado habitual que te domina. Nunca te podrás enderezar, es
imposible. Sigue encorvado por el peso de esa herida emocional, no
tienes remedio, nunca te podrás enderezar, es imposible. sigue
encorvado... ese es tu destino".
Mientras
estás encorvado se te hace difícil mirar hacia arriba, tienes que
hacer mil maniobras para intentarlo y al final desistes y sigues
mirando hacia abajo, sigues en tu círculo vicioso. Aquella mujer
encorvada, doblada, ocultaba todo lo que representara producir fruto
en ella. Lo encorvado oculta el fruto que puedes producir para Dios.
Mientras estés encorvado bajo el peso que te agobia: enfermedad,
pecado, herida u opresiones no podrás dar lo mejor de ti.
Algo ocurrió aquel día. Jesús entró a la
sinagoga. El no se impresionó por todo el ambiente de religiosidad,
las ofrendas, la obediencia rigurosa a los estatutos y ritos, ni la
elocuencia del mensaje. Jesús entró y sus ojos se fijaron en una
sola cosa. La mujer encorvada en la última fila.
Las
mujeres en la sinagoga ocupaban un lugar atrás, no adoraban junto
con los hombres. Las dividía una especie de pared o cortina y en
medio de ese tumulto Jesús ¡la
vio!
Jesús
ve. Parece que a algunos se les olvida esta sencilla verdad. Sus ojos
recorren la tierra, recorren tu casa, recorren tu trabajo, recorren
tu escuela, sus ojos recorren el templo.
En el
momento que la contempló tiene que haber hecho un recuento de la
vida de aquella mujer desde que nació. Él la conocía muy bien.
Había sido una niña sana, una mujer productiva, hasta aquel día en
que el ataque del infierno vino sobre ella, aquella opresión
demoníaca la encorvó y por los últimos dieciocho años la había
mantenido atada. A su alrededor los que decían conocer a Dios y
servirle, los orgullosos observadores de la Ley de Moisés, los que
se jactaban de ser linaje de Abraham y recipientes de todas las
promesas de Dios permitían que "una hermana en la fe"
(Jesús se refirió a ella como "hija de Abraham") viviera
en tal opresión.
Jesús
no lo pudo tolerar. Sabía lo que significaba aquello. Otra discusión
por las leyes intolerantes, de hombres religiosos, que habían creado
en cuanto al sábado. Pero no importaba. Aquella mujer tenía que ser
desatada.
Jesús
la llamó. Hubo silencio en
medio de la sinagoga. ¿Qué hacía este hombre llamando a esa
mujer?... "Y le dijo: Mujer, sé libre de tu enfermedad",
literalmente: "has sido soltada de tu enfermedad", "la
enfermedad te ha soltado".
Y
Además de declarar la palabra de liberación sobre ella, puso sus
manos sobre ella. Le levanto
la carga pesada que la
mantenía encorvada. "Y al instante se enderezó y glorificaba a
Dios"
"Dieciocho
años encorvada y ahora vuelvo a enderezarme. Dieciocho años sin
poder trabajar, dar frutos, levantar mi cabeza y mis manos y ahora
vuelvo a enderezarme. Tantos años entré y salí de este mismo
lugar. Cumplí con mi religión, hice todo lo que me enseñaron, hice
mis oraciones, traje mis ofrendas y sacrificios y ¿ahora ésta es la
única persona que se dio cuenta de lo torcida que he estado y se
compadeció de mí para enderezarme?"
Amados
hermanos, no deben haber encorvados en Su
casa de Dios donde se congrega, los encorvados tienen que ser
enderezados. Están encorvados por situaciones que se salen de su
control: enfermedades, heridas del pasado. Otros están encorvados
por sus propias malas decisiones. Otros están encorvados por pecados
habituales y ocultos sin confesar. Otros están encorvados por
coquetear con lo oculto. Los encorvados no pueden producir fruto
porque lo encorvado se lo imposibilita. Es necesario enderezarlos
primero.
Y tu
que nos lees ¿cómo estas? ¿Adónde estas? ¿Estás como aquella
mujer: Encorvada y sin remedio? En el nombre de Dios declaro en este
momento que Jesús está entrando a donde estas, ya te vio y está
listo a decirte: "Mujer, Hombre, enderézate. Es tiempo de andar
erguido, levanta la cabeza, levanta los ojos del piso.
No
Naciste Para Andar Encorvado. Naciste Para Andar Derecho Y Glorificar
a Dios,
En
este momento Jesús te dice... ¡Enderézate!
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