Iniciemos El Año Recordando A Un Hombre Llamado Simeón

Dime, ¿qué cosa te gustaría hacer antes de morir? Me doy cuenta de que es una pregunta bastante sorprendente si consideramos que estamos al empezar de un nuevo año y sin embargo, tal vez es lo más apropiado.

¿Qué todavía desea lograr en este planeta? Tal vez usted responda a la pregunta diciendo deseo ganar la lotería (sólo una vez), O saltar en paracaídas, o caminar en la luna. Pero otros pueden ser más reflexivos en su respuesta; tal vez le gustaría escribir un libro o desean visitar Tierra Santa, o jugar una partida de algo.

¿Qué cosa te gustaría hacer mientras todavía eres capaz? Esa es la pregunta.

Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. La Escritura nos dice que él era un hombre judío muy justo, a quien se le había prometido que no moriría hasta que viera cara a cara al Mesías. La imagen de Simeón es la de un anciano, que pasa los últimos años de su vida buscando Jerusalén para ver a el Salvador. Recién nacido Jesús, María y José lo llevaron al templo para su dedicación al Señor como era costumbre judía y como ahora lo hacen las iglesias evangélicas.

Si Jesús hubiera nacido en Nazaret, la ciudad natal de José, Simeón nunca habría visto a su Salvador. Pero a medida que el plan de Dios se desarrollaba, este quiso que fuese en Jerusalén a sólo seis kilómetros de distancia del pesebre. Encontrar a Jesús era la única cosa que Simeón quería hacer antes de morir. Y cuando Jesús finalmente se le apareció en brazos de su madre, Simeón le dijo a Dios que ahora bien podía morir; que había conocido al Salvador cara a cara.

Había una mujer que se llamaba Ana; ochenta y cuatro años de edad tenia y ella también estaba buscando y hablando de este Salvador que había de venir. La Biblia dice que ella nunca salió del templo; ella se quedó allí día y noche, en ayuno y en la oración y con el tiempo llego a ver a aquel a quien Dios había enviado para redimir a Israel. Una vez más, Dios los unió en el momento adecuado y Ana profetizó que este niño redimiría a Israel. Todos sus años de ver, esperar y ayunar de repente llegaron a su fin.

Hay razones por las que estas dos personas deseo mostrar en el principio de año. La primera es la ironía de que, mientras Simeón no podía morir hasta que conoció al Salvador en persona, realmente no podemos vivir felices hasta que nos encontremos con el Salvador y aseguremos nuestra vida eterna. Podemos ser personas de éxito y alegres, pero no podemos estar en paz hasta que sepamos que el Salvador ha venido a nosotros.

En segundo lugar, vemos en estas historias de Simeón y Ana, la evidencia de que la vida religiosa no es un breve paseo como a veces suponemos, pero es un maratón. Es un momento de gratificación instantánea y su la búsqueda puede durar varias semanas o meses, estas personas que hoy nos ocupan, pasaron muchos años buscando la bendición de Dios. Para nosotros, a veces un momento de sermón pastoral nos parece una eternidad; para ellos, las décadas de observar y esperar parecían apropiadas.

Y este es el aspecto más importante de Simeón y Ana; los legados que dejaron atrás. La Iglesia les ha recordado para siempre como héroes; santos justos que buscaron a amar y adorar y servir a Jesucristo. Durante dos milenios, sus nombres han sido sinónimos de paciencia, fidelidad y la serenidad.

Se me ocurre que la pregunta con la que empecé este estudio es la pregunta equivocada. En lugar de preguntar "¿qué te gustaría hacer?", Tal vez yo debería preguntarte ¿cómo le gustaría ser recordado? ¿Qué quieres tu legar? ¿Qué vamos a escribir como un epitafio en tu lápida? ¿Cuál debe ser el escrito en la mía?

"Había un hombre llamado Saúl que...". ¿Qué dirá la gente de mí?
"Había una mujer llamada Silvia... o Silvia María... o Tanya... o Sahilly... o un hombre llamado Juan Carlos... José Xavier..."

¿Cuál será su legado? Y si tenemos una idea de lo que nos gustaría fuese nuestro legado, tal vez todavía hay tiempo para escribir y corregir nuestra vida. Tal vez todavía hay tiempo para vivir de tal manera que la gente vea en nosotros la fidelidad, o la generosidad, la sabiduría, la paciencia, la paz, el amor incondicional. Tengo algunas ideas de lo que yo quiero que mi legado sea y no incluye la de ser una persona de mal proceder. Quiero escribir y escribir, amar a Silvia, a mis hijas y ahora que Dios me lo ha dado a mi nieto.

Y ¿qué hay de usted? ¿Qué quieres que digamos acerca de ti cuando te hayas ido? Entonces, ¿cómo vas a vivir tu vida para que el legado al irte sea bueno?

He contado esta historia antes, pero vale la pena repetirla hoy. El sueco Alfred Nóbel era el más conocido para el desarrollo de la dinamita, un explosivo para ser utilizado como una herramienta de minería, así como un arma de guerra... Nóbel fue descrito como "el inventor de la dinamita, una sustancia que ha provocado la muerte de miles, entre ellos su propio hermano." Nóbel leyó y se horrorizó. En ese momento, Alfred Nóbel decidió cambiar su legado, por lo que revisó su última voluntad y testamento. Después de su muerte, la mayor parte de su enorme patrimonio se colocó en fideicomiso para conceder los premios anuales a los líderes en las áreas de ciencia, química, la medicina, la literatura, sobre todo, ese es el premio Nóbel de la Paz.

Nunca he sido mucho de los propósitos de Año Nuevo, porque veo y oigo a las personas y nunca parecen durar más allá de aproximadamente 10 días de enero. Pero tal vez el comienzo de un nuevo año es un buen momento para pensar en algo más grande que un propósito de Año Nuevo. Tal vez sea el momento de considerar qué tipo de nombre, recuerdos y las contribuciones que dejaremos cuando se termine nuestro tiempo en esta tierra.

¿Qué quieres que la gente escriba sobre ti, pensar en ti, que decir acerca de usted después de que haya ido? Todavía hay tiempo para volver a crear el camino que estamos recordando ahora.

Tan solo deseo y oro por que muchos y muchos días mas y que las formas de vivir nuestra vida sean tan loables que lleguen a tocar a las personas para las generaciones venideras.


Esa es la oración de inicio de año para con vosotros. Demos gracias a Dios. Amén.

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